El alcohol, un problema cultural y social

No nos extraña que sea nochevieja y arranquemos el año brindando con champan. No nos extraña salir a cenar y beber uno o más vasos de vino o cerveza. No nos extraña celebrar un cumpleaños y salir de fiesta a ritmo de cubatas. Y no nos parece raro porque lo hemos visto desde que nacimos. Lo tenemos absolutamente normalizado. Muchas veces es la propia familia la que anima a probar por primera vez el alcohol, como si de un ritual de paso a la adolescencia se tratara.

Y entonces, cuando un hijo, hija, hermano, hermana o sobrino, sobrina, llegan a casa embriagados, le quitamos importancia porque ‘son cosas de jóvenes’. Cuando esto empieza a repetirse con cierta regularidad de fin de semana, entonces empezamos a ponernos las manos en la cabeza, aunque primero hemos pensado que no es tan grave, porque al fin y al cabo es alcohol y no algo peor…

El alcohol es un tóxico, como cualquier otra sustancia, y su consumo repetido tiene consecuencias. En los adolescentes es especialmente grave el consumo porque su cerebro se encuentra en pleno desarrollo y la parte frontal de su cerebro, la encargada de controlar los impulsos, no está aún plenamente desarrollada. Por eso a esas edades somos tan impulsivos, contestatarios o contestones. Si en ese momento introducimos cualquier tóxico, interferimos el normal crecimiento cerebral y podemos tener consecuencias presentes y futuras graves, muy relacionadas con el control de los impulsos…por ejemplo, con mayor probabilidad de padecer una adicción.

Entonces les culpamos, porque claro, los botellones nos molestan: el ruido, la suciedad… Sin embargo, todo lo que hacen es reproducir lo que les hemos enseñado con los años. Celebrar con alcohol. Desfasar. Ir a tope. Siempre de la mano del alcohol. ¿Y nos extraña? ¿Y los culpamos a ellos? Algo tendrá que ver en esto los adultos y la sociedad en general. ¿No?

Pero ya sabéis que luego se van a destacar los beneficios del consumo: que es cardiosaludable, que mejora la diabetes, etc. Aunque la evidencia científica diga todo lo contrario.

La realidad es que el trabajo por hacer es inmenso, y aunque la prevención en los centros educativos es fundamental, la labor tiene que ir también dirigida a los padres y madres, a los centros educativos y a todos los agentes sociales en general. Porque al final los programas que han demostrado ser más eficaces son los que incluyen a toda la comunidad, empezando por la familia, y contemplando alternativas de ocio. Solo hay que ver el resultado de la bajada del consumo en Islandia con su programa PlanetYouth.

El alcohol es un problema cultural y social y su solución debe ser también cultural y social.

MIREIA PASCUAL. Periodista de Socidrogalcohol, CAARFE y GARA

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