El caracol como símbolo oficial

Esta semana se han terminado de peinar, colorear y perfumar las bases para la convocatoria de ayudas para arreglar los edificios del casco antiguo de Alcoy que sufrieron daños como consecuencia del temporal Gloria. ¿Se acuerdan? Fue el temporal que tuvo lugar entre el 15 y 22 de enero de 2020, con la tragedia de una mujer muerta al derrumbarse el edificio donde vivía.

Otras tres casas se derrumbaron y hubo desperfectos en más. En un alarde de agilidad, rapidez vertiginosa, siempre jugando al borde de la velocidad ultrasónica metacarpiana, nuestro gobierno municipal, ¡18 meses después!, ¡18!, aprueba las bases de la convocatoria de ayudas; o sea que están en ello, no es que ya hayan solucionado el problema. No. ¿Quién fue el osado que dijo que las cosas de palacio van despacio? ¿Despacio? Es imprescindible que la Escola d‘Art se imponga, como tarea para su alumnado en el próximo curso, incorporar un caracol en la bandera y el escudo de Alcoy. Piñero se quedó corto.

Los damnificados por el temporal Gloria, que encima tendrán que dar gracias, tienen hasta el uno de octubre para presentar sus solicitudes. O sea dos meses más. Y luego esperar a que se concedan y que se paguen. Esa es otra. Si ven un euro dos años después del Gloria, habrá sido una gloria.

EL TREN, ESE RECURSO FÁCIL
Cuando atendía a estudiantes de periodismo en prácticas, los meses de julio y agosto, en el amanecer de los tiempos en los que incluso se fumaba mientras tecleabas en un máquina ruidosa, que tenía swing en su sonido, siempre estaba como reportaje de recurso fácil subir al becario/a en el tren para que hiciera el recorrido Alcoy-Xàiva y lo contara con pelos y señales. En la hemeroteca del periódico Ciudad han quedado reportajes de Pulitzer, verdaderas joyas. Y ahí sigue el tema, tan recurrente como hace 40 años.

Con los políticos ocurre igual que con los becarios; hay algunos que incluso se pasan la vida de becarios. Periódicamente, quizá cuando no saben de qué hablar o a quién criticar, recurren a ése clásico que saben que nunca defrauda. Días atrás fueron diputados de Compromís y gente de Ontinyent, los que pidieron que se dignifique la línea, reconociendo así la indignidad de la misma. Y duele mucho tener que admitir que un servicio público es indigno. Aunque estemos acostumbrados.

Un tren indigno desde hace cien años; una sanidad pública con lazos negros; la herida abierta, sin respuestas, por lo ocurrido en el geriátrico de Oliver; el solar de los chalets de la Font Roja rezumando vergüenza; la resolución de la urbanización Serelles en el limbo; un concejal que ha de ir a Valencia a ver a los suyos, que mandan en la conselleria de Educación, para evitar que nos cierren un aula de tres años en El Romeral… Ahora bien, mi respetado Mariús Ivorra, si realmente quiere demostrarnos el peso que tiene y lo “conseguidor” que puede llegar a ser, mire a ver si la vicepresidenta Mónica Oltrenmeyer abre ya de una el Centro de Enfermos Mentales del Barranquet.

Un caracol me parece poco. Mejor que nos borden en la bandera dos o… siete mil.

NO TODO TIENE QUE SER MALO
Por supuesto. Y esta es la semana de la adjudicación de las obras de la Manzana de Rodes. El hada de la legislatura socialista. Nada menos que siete millones de euros, aunque solamente se han presentado cuatro ofertas. ¡Estupendo! Con este gobierno ha llegado a ser preocupante el nivel de adjudicaciones desiertas, pero algo parece estar cambiando.

La concesión ha sido para la unión de una empresa alcoyana de toda la vida, la que fundó en 1960 el bueno de Eladio Silvestre, que ya lleva construidas 2.630 viviendas como aval, con la empresa valenciana, Víctor Tormo SL, mucho más joven, con 11 años de antigüedad pero una mayor proyección regional con 137 trabajadores y que tiene a su favor la experiencia de haber sido la adjudicataria, hace tres años, de la consolidación, limpieza y recuperación de fachadas, espacios y refugio antiaéreo del mismo conjunto de Rodes.

Hay que felicitarse, porque los sucesores de Eladio Silvestre han sido capaces de aliarse con una empresa valenciana para poder hacer frente a un proyecto local de esta envergadura. Pese a los negacionistas, el negocio en Alcoy aún es posible. Duele que haya tanto catastrofista empeñado en pintar de negro nuestro futuro colectivo. Lástima que el esfuerzo y tiempo que dedican a ser plañideras de la subvención, no lo dediquen a creer en el futuro, caracoles aparte.

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