El desastre de los juzgados de Alcoy

Siempre se nos ha acusado de ser demasiado buenas personas, de tener un aguante infinito, de ser trabajadores entregados. Comparto esta afirmación contundente y aplicable –hasta donde yo sé- a la especie protegida de alcoyanos y alcoyanas atrapados entre estas montañas. Tenemos una espalda de dos metros per a carregar pianos y para soportar puñales a pares o triples. Pero lo de los juzgados de Alcoy supera todos los límites. Los funcionarios trabajan en la casita de Pin y Pon, que no puede ser más pequeñita e incómoda. Los empresarios no hacen más que reclamar más juzgados para la comarca, especialmente el de Lo Social, porque sí, porque es necesario, porque hablamos de un servicio público. Pero no hay manera.
¿Dónde los metemos? El juzgado número 4 está fuera del ‘palacio’ de justicia, instalado en un antiguo almacén de aceitunas (me comentó un ciudadano) en la calle Gabriel Miró. Que esté en otra calle provoca situaciones tan estrambóticas como que los abogados, los policías y los detenidos tengan que cruzar la Avenida Juan Gil Albert para ir de una sala a otra. Ridículo, único.

Los abogados tienen que pagar una sede a escasos 100 metros del juzgado y Fiscalía disfruta de 2,5 metros cuadrados. Las presiones ejercidas desde este ‘ministerio’ no han tenido resultado. La amenaza de dejar Alcoy sin fiscalía ha quedado de momento en saco roto. Así que todo sigue igual, como siempre, en la casita de Pin y Pon, pequeñitos.

El grandilocuente Rey Mago Miguel Peralta nos regaló un palacio de Justicia en Alcassares, en el cor de la ciutat: mal comunicado, pero nuevo, bonito y que revitalizaba el centro. Pero dicen los que lo entienden que está mal parido, que no pasa ni una silla de ruedas y que se quedó pequeño y no es funcional antes de abrirlo al público.
Y entonces llegó la cagada general, la guerra política que nos deja como estábamos o peor. El Ayuntamiento dice que el Palau del centro no lo quiere para los juzgados, que no sirve. Y la Generalitat reacciona diciendo que les devuelvan lo que hay dentro, que han pagado 775.000 euros. Para rematar el esperpento, el conseller de gobernación, Serafín Castellano, dice que van a remodelar interiormente la casita de Pin y Pon, que van a reordenar el espacio, que van a aprovechar el patio para ampliar los juzgados.

Lo increíble del tema es que no se puede ampliar el edificio porque el plan urbanístico de la plaza lo impide. Es decir, que en el descampado más grande de la ciudad no se pueden pillar quinientos metros cuadrados para ampliar los juzgados. Y los váteres estropeados, y los expedientes por el suelo, y los fiscales en 2,5 metros cuadrados.
Y, ¿quién se cree que vayan a hacer las obras de reforma interior con la que está cayendo? Yo no.

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