El harakiri de Ciudadanos. ENRIQUE PEIDRO. Ex-afiliado de Ciudadanos

Esta pasada semana vivimos el enésimo capítulo del suicidio por entregas que está protagonizando Ciudadanos. Un partido prometedor en sus inicios que vivió días de vino y rosas no hace demasiado, pero que de un tiempo a esta parte se ha caracterizado por tomar malas decisiones, a cual peor que la anterior.

Como partido político, está dando sus últimos coletazos. Su futuro está escrito, ellos solos se han condenado, en el peor de los casos, a la desaparición o, en el menos malo, a ocupar una posición absolutamente irrelevante en el panorama político de nuestro país. Una lástima, porque no existe una alternativa centrista y moderada y corremos un serio riesgo de polarización, más de lo que ya está, de una sociedad que se encuentra demasiado dividida y, lamentablemente, excesivamente fragmentada.

Quien haya seguido las noticias y observado los bandazos que ha dado Ciudadanos, no se sorprenderá en absoluto de la deriva que han tomado. Y quien, como yo, haya conocido y sufrido desde sus entrañas su “modus operandi”, confirmará que esto se veía venir y era el desenlace más lógico y previsible.

Ciudadanos está organizado piramidalmente, donde las cúspides dirigen el partido de un modo dictatorial, los mandos intermedios se pelean entre sí para ver quién coloca más “amiguetes” en cargos públicos y orgánicos, y las bases, los afiliados, no cuentan para nada, excepto cuando se trata de subirles a un autobús y llevarles a un acto electoral para que muevan la banderita y jaleen las intervenciones del gran líder. Aparte de eso, no tienen el más mínimo derecho a opinar, especialmente si dicha opinión cuestiona las decisiones tomadas por los grandes gurús dirigentes. Claro, mientras el viento sopla a favor, es muy fácil mantener a la gente en el barco. Pero en cuanto las cosas se tuercen y la nave hace aguas, surgen todos los conflictos posibles y la mayoría abandona el barco en busca de otros quehaceres, tal y como viene sucediendo en los últimos meses. Pero lo peor de todo es que los dirigentes siguen negando la realidad y los mandos intermedios continúan peleándose entre ellos por garantizarse un jugoso jornal, al menos mientras ello sea posible.

En realidad, todos estos acontecimientos no nos han cogido por sorpresa por estos lares. En Alcoy, el suicidio de Ciudadanos empezó hace un par de años, concretamente cuando los responsables de Madrid eligieron como cabeza de lista para las elecciones municipales a la persona equivocada. Y esta afirmación no es una opinión personal subjetiva. En aquel momento la mayoría de la afiliación local del partido ya estaba en contra, incluida más de la mitad de la junta directiva. Pasada la mitad de la legislatura, no hay más que ver las intervenciones “gloriosas” que la actual portavoz de Ciudadanos en Alcoy ha tenido en más de un pleno municipal (¡gracias, Youtube!). Y es una lástima que los alcoyanos no conozcan sus habituales deslices y metidas de pata en comisiones, porque darían para escribir un libro, probablemente de humor, si no fuera porque su generoso e inmerecido jornal se paga con el dinero de nuestros impuestos.

El criterio seguido por el partido para dicho nombramiento fue el mismo que ha caracterizado toda la toma de decisiones en Ciudadanos y que ya he nombrado en el párrafo anterior. Fue una decisión controvertida, tomada unilateralmente desde Madrid y basada en criterios personales y no de aptitud, preparación o carisma. Una práctica nepotista que vino a cargarse un buen proyecto cimentado en el trabajo de la legislatura pasada, con un excelente trabajo del Grupo Municipal , el buen hacer del coordinador de esa época, y la amplia implicación de los afiliados. En aquel momento podía alegarse que fue una apuesta personal de alguien, pero ha quedado más que demostrado que la apuesta por los juegos florales salió mal.

Las consecuencias de esa decisión no se hicieron esperar. La primera, la pérdida de dos concejales de golpe y porrazo. La segunda, la renuncia de dos tercios de los afiliados de la ciudad. Y la tercera todavía no se ha producido, pero a modo profético, anticipo que será quedarse sin representación en el ayuntamiento de Alcoy en los próximos comicios. Tal vez antes de que eso suceda haya alguna que otra consecuencia más dolorosa para Ciudadanos en Alcoy, pero eso todavía está por ver…

Porque, como hemos dicho, Ciudadanos está empeñado en desaparecer, y parece que tienen prisa por hacerlo. La gran mayoría de los pesos pesados del partido ya no están en él. Acabamos de conocer que el senador Fran Hervías también cambia de bando. Han tenido tiempo de corregir sus errores, como el cometido en Alcoy, pero se mantienen en sus trece, luchando contra viento y marea y con la actitud del avestruz: la cabeza metida bajo tierra y negando todas las evidencias. Cuando quieran darse cuenta de su inminente desaparición y reaccionar (si es que algún día lo hacen), ya será demasiado tarde. O quizá es que estén resignados a ello y lo único que les importa es mantener el sueldo todo el tiempo que puedan. Un ejemplo: varios de los cargos de confianza de diputación de Alicante del partido se han subido el sueldo a costa de bajárselo a sus propios compañeros, simplemente por el hecho de pertenecer a “familias” diferentes dentro del propio partido. ¿Se puede ser más patético?

La catástrofe de Alcoy tiene sus responsables, todos ellos con nombres y apellidos, la mayoría de ellos de fuera de nuestra ciudad: Madrid, Valencia, Alicante, Moncada, Xixona, Alfaz del Pi… aunque también hubo gente de nuestra ciudad que contribuyó notablemente a la hecatombe, empezando por la propia implicada, quien movió todos los hilos que pudo, llamó a todos los contactos que tenía y realizó todo tipo de maniobras entre bambalinas para conseguir ser “la elegida”. Todos fueron clavando clavos en el ataúd, con sus decisiones (o con la ausencia de las mismas) de Ciudadanos en Alcoy. Pero claro, nada nos puede sorprender cuando vemos cómo están haciéndose el harakiri a nivel nacional.

Ciudadanos está muerto. Solamente falta sellar la fecha de defunción… y escribir su obituario. D.E.P.

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