El Molinar, un síntoma

Posiblemente, la actualidad marque el camino del análisis por otros derroteros. Hay varios asuntos candentes sobre los que poner el foco. Desde las carencias en el Hospital Verge dels Lliris, hasta el anuncio (parece que inminente) de las obras del centro de emprendimiento de la manzana de Rodes, o la recuperación de los barrios del Centro, pasando por el regreso de la Fira de Tots Sants y los preparativos para la cabalgata (seguro que olvido algún otro). Pero, sin menospreciar la importancia de todos ellos, quería hablarles de otro tema, uno pendiente de manera crónica, por mucho que se haya planteado de manera recurrente en los últimos años. Me refiero al asunto del Molinar. O mejor dicho, al de su estado.

Hace unos días tuve la ocasión de regresar al paraje en cuestión, en una excursión fugaz por el exterior de la cúpula del manantial, al curso del río y a las fábricas que lo flanquean. He de reconocer que hacía cerca de 30 años que no pisaba un entorno, al que solía acudir con frecuencia durante la niñez. Y lo cierto es que ese regreso me impresionó. Para mal, claro.

Nada que decir sobre el edificio de estilo modernista que preserva el manantial, hoy convertido en todo un símbolo en la rotonda de acceso sur a la ciudad. Si la memoria no me engaña, diría que no hace demasiado tiempo que fue rehabilitado. Y doy fe de que parece bien conservado. Pero me apenó comprobar el resto del escenario en un espacio que cuenta con tanto o más potencial que el Racó de Sant Bonaventura como zona de recreo. Por mencionar algunos rasgos: pocas mesas, vegetación sin desbrozar y accesos que requieren de ciertas dosis de valor, como el camino que conduce a la pequeña fuente. Pero, sin duda, creo no equivocarme al asegurar que la peor parte se la lleva el antiguo conjunto industrial: las fábricas que brotaron junto al lecho del río para aprovechar la fuerza del agua y que merecieron el reconocimiento de Bien de Interés Cultural (BIC) en 2005 como cuna del proceso de la industrialización en territorio valenciano.

Me consta que el objetivo municipal reiterado por varias corporaciones es promover su recuperación y rehabilitación. Pero las promesas han quedado ahí. Siempre ha habido otras prioridades y necesidades que atender. Y, lo admito, lo siguen siendo esos asuntos de rabiosa actualidad a los que aludía al comienzo (hospital, un motor económico como el proyecto de Rodes, la regeneración del casco histórico…) a los que, por otra parte, tampoco se acaba de atender. Bien mirado, lo del Molinar no deja de ser otro síntoma más de una tendencia. Con todo, me atrevería a reivindicar que alguna vez le llegue su momento.

Quizá la primera experiencia de presupuestos participativos promovida por la Generalitat pueda propiciar que ese momento se materialice. Como mínimo, se ha conseguido incorporar una partida de 940.000 euros en las cuentas autonómicas de 2022 para financiar su restauración y musealización. La incógnita por despejar es si, esta vez, se va aprovechar la oportunidad. Más que nada, porque, en este caso, esta puede ser la última.

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