El niño que se pintaba los brazos con bolígrafo ya despunta como tatuador

Siempre le ha gustado dibujar y una cosa le llevó a la otra. De pequeño ya se pintaba los brazos con bolígrafo. Su primera máquina de tatuar se la fabricó él mismo con apenas 16 años: le bastaron el motor de un Scalextric, un portaminas y agujas de coser. “Empecé a practicar con mis amigos, la mayoría me han dejado siempre, la verdad es que si he llegado aquí es por ellos, que me han apoyado y se han fiado de mí desde el principio”, asegura Borja Llopis, tatuador.

Fue Carlos Merchán quien le inició en el arte del dibujo y la pintura, y en cuanto pudo traspasó la fina frontera que según él hay entre el papel y la piel humana para adentrarse en el mundo de los tatuajes. Sus padres entonces estaban empeñados en que continuara con sus estudios, incluso se planteó hacer bellas artes, pero un curso de iniciación al tatuaje acabó de allanarle el camino hacia lo que se convertiría pronto en su profesión. “Me considero un privilegiado por poder vivir de esto, que es mi pasión”, afirma.

Con 18 años se abrió su propio estudio de tatuajes en Alicante, a donde se trasladó a vivir pensando que en una gran ciudad podría lograr más clientes. Pero en su mente siempre ha estado el volver al lugar que le vio nacer como tatuador y ha sido ahora, con 21 años recién cumplidos, cuando ha podido aterrizar su ilusión de trabajar junto a su amigo David Caravantes en el estudio que han puesto en marcha conjuntamente en la calle Entenza de Alcoy: Dibanart Tattoo. “Me dio la oportunidad de trabajar con él y no me lo pensé”, comenta.

Desde hace un tiempo compagina su trabajo en Alcoy con colaboraciones para Flashback Tattoo en Asturias, a donde se desplaza puntualmente. También viene presentándose desde hace un año a numerosos campeonatos y convenciones del sector, como la celebrada la pasada semana en Valencia, donde Borja cosechó nada más y nada menos que tres premios que son para él “reconocimiento” a un trabajo bien hecho y su evolución como artista, ya que el joven defiende que hoy en día su profesión es todo un arte. “En España hay muy poca cultura del tatuaje –señala- puesto que hasta hace poco estaba como mal visto e incluso se consideraba que llevar tatuajes era de delincuentes; por suerte esto ya no es así y poco a poco la gente va viéndolo mejor”.

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En unas semanas viajará a Madrid, donde le espera una nueva oportunidad de demostrar su valía, consciente como es de que una apariencia física como la suya, un tanto aniñada, juega en su contra en un mundo repleto de tatuadores de complexión grabde y apariencia ruda. “Los premios, para nosotros, son prestigio y un problema que tengo es que soy muy joven, aparento menos edad, y la gente, a la hora de elegir entre un tatuador como yo y otro que físicamente sea grande y tenga experiencia, optará por este; por eso para mí es importante ir escalando pasito a pasito”. Y es que Borja lo tiene claro: “He conseguido encontrar mi sitio en este mundo y voy a por todas, los tatuajes son mi vida, agradezco a toda la gente que me ha apoyado y que me apoya día a día para que yo pueda vivir este sueño”.

Otro sueño a largo plazo sería viajar a Los Ángeles (California), la que se considera una de las cunas del tattoo. Pero hasta entonces sabe le queda mucho camino por recorrer y mucha tinta que emplear.

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