150 razones para mirar

Existen cifras que pueden pasar desapercibidas hasta que les ponemos cara. Ciento cincuenta, son las personas que atendió en 2024 el SASEM de Alcoy. La mayoría mujeres, con trastornos mentales graves, que conviven, trabajan y atraviesan la plaza de España con nosotros o esperan su turno en el supermercado. No son números, se trata de un mapa invisible que dibuja nuestra ciudad por dentro.

Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, nuestra ciudad ha programado una semana completa de actividades —talleres, exposiciones, charlas, una marcha y la lectura de un manifiesto— que visibilice y muestre sin miedo aquello que no queremos mirar. Durante unos días, Alcoy convierte espacios cotidianos en lugares de acogida y ciudad: el Àgora, la Plaza y el Cervantes pasan de ser escenarios de paso a ser puntos de encuentro y reconocimiento. Se trata de un gesto de gran importancia, pues es una muestra donde el espacio público impulsa la prevención y el acompañamiento.

El SASEM —psicología, trabajo social, educación social— no solo trata síntomas; acompaña procesos de autonomía, inserción y vida diaria. En 2025, se han ampliado talleres de habilidades sociales, arteterapia y salidas comunitarias: no es trivial pasear en grupo por el barrio, volver a un mercado, compartir una ruta de senderismo. Lo que para muchos es rutina, para otros es un puente de vuelta a la ciudad.

¿Por qué insistir en el espacio público? Porque la prevención no vive solo en las consultas. Se juega en aceras transitables, bancos donde sentarse sin prisas, sombras que invitan a quedarse, y programaciones que convocan sin estigmas ni señales. Cuando una plaza está viva, disminuye la soledad; cuando un parque está cuidado, aumenta la presencia de familias y mayores; cuando el centro se piensa para peatones reales —no abstractos—, el bienestar deja de ser una consigna para convertirse en hábito.

El dato de las 150 personas atendidas debería empujarnos a dos tareas. La primera, normalizar: hablar de depresión, ansiedad, trastornos o enfermedades mentales de la misma manera que tratamos la diabetes o una lesión muscular. La segunda, ubicar: que la política local incluya en sus planes urbanos la salud mental como criterio principal de diseño. Que los presupuestos culturales reserven plazas y actividades de inclusión, que los deportes municipales contemplen programas guiados para quien regresa después de una crisis.

Del mismo modo, también es un buen momento para replantearnos nuestra actitud con respecto a la sociedad, pues al fin y al cabo la ética próxima no depende tampoco de las ordenanzas. Saludar al vecino que lleva días sin salir, preguntar a la tendera que ha cerrado antes de hora, proponer una vuelta al río a quien está dejando de ir a clase. La red comunitaria existe —asociaciones, centros educativos, clubes—; necesitamos coserla con intención.

El reto es sencillo de formular y complejo de sostener: que nadie quede fuera. Que cada banco, cada plaza, cada actividad pública sea una puerta abierta a la vida en común. Así se dibuja el mapa que queremos: menos invisible, más humano.

JORDI PASCUAL. Periodista

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