La alcoyana que investiga para mejorar la industria alimentaria
Carmen Fernández ha iniciado un contrato predoctoral con que investiga la creación de nuevos alimentos a partir de residuos alimentarios

A sus 27 años, la alcoyana Carmen Fernández Matarredona ha encontrado en la investigación científica su vocación. Licenciada en Farmacia por la Universitat de València (UV), ha empezado recientemente su doctorado en el programa de Ciencias de la Alimentación, un paso que la ha llevado a formar parte del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-CSIC) en Paterna, como investigadora predoctoral en el área de biotecnología de alimentos.
Su trayectoria académica no ha sido lineal, pero sí guiada por una inquietud constante: “Elegí Farmacia porque no sabía qué estudiar. Empecé Psicología y después me pasé.” Una elección que, con el tiempo, le ha abierto múltiples caminos, aunque no todos le convencían: “Farmacia tiene muchas salidas: industria, hospital, atención al paciente… pero no sabía si encontraría algo que me gustara.” No fue hasta su último curso, al hacer un Trabajo de Fin de Grado (TFG) experimental sobre toxicología alimentaria, que descubrió su auténtico interés por la investigación.
Ese primer contacto con el laboratorio le permitió participar en publicaciones científicas y congresos, y encendió la chispa que hoy la puerta a trabajar con residuos alimentarios para crear nuevos productos. Su investigación actual, aunque con parte del contenido confidencial, se centra en la fermentación del bagazo como estrategia para obtener nuevos ingredientes y extractos naturales con aplicación en alimentos y bebidas. Una línea con gran proyección en sostenibilidad e innovación.
A diferencia de muchos doctorandos que no cuentan con apoyo contractual, Carmen ha conseguido uno de los escasos contratos predoctorales existentes en este ámbito. “En general, la gente no suele tener contrato durante la tesis, así que soy una afortunada.” Se estima que en la Universitat de València solo el 10% de doctorandos disfrutan de este tipo de vínculo, aunque no existen datos oficiales públicos.
Su contrato está vinculado a un proyecto concreto, lo cual implica un proceso de selección competitivo donde se valoran expediente académico, publicaciones, participación en congresos e idiomas. Carmen lo explica con claridad: “El Ministerio permite dos tipos de contratos: las FPU, que se otorgan sobre todo por expediente y no están ligadas a proyectos, y los contratos como el mío, que sí que están asociados a un proyecto específico.”
Más allá de la estabilidad laboral que le ofrece este contrato —que cotiza a la Seguridad Social y da derecho a bajas laborales, algo que no ocurría antes—, Carmen valora sobre todo la posibilidad de generar conocimiento: “Es un trabajo dinámico, que requiere estar en constante formación. No paras, es muy diverso. No es como en una farmacia donde lo único que cambia es quien viene a comprar.”
El camino elegido no es lo más cómodo, pero sí el más estimulante para ella. “Estoy casada con el trabajo, pero no es monótono.” Consciente que la investigación requiere esfuerzo y compromiso, Carmen encara esta etapa con ilusión y el firme propósito de contribuir, desde su laboratorio, a una alimentación más innovadora, sostenible y basada en la ciencia.