Jordi Verdú cuelga la cartera tras 38 años de reparto

A finales de agosto se jubiló el último cartero funcionario de Alcoy. Con él se despide una forma de entender el oficio marcada por la vocación, la cercanía vecinal y el trato humano diario

Jordi Verdú cuelga la cartera tras 38 años de reparto
El cartero ya jubilado, fotografiado junto a todo un símbolo para su oficio. ALDEMAR

El sonido de una traca, un almuerzo improvisado a las puertas de la sede de Correos en El Terrer y las bromas de sus compañeros marcaron el último día de trabajo de Jordi Verdú Sáez. Era el 26 de agosto y se despedía, con 60 años recién cumplidos, de un oficio que ha ejercido durante 38 años: el de cartero. Con su jubilación, Alcoy pierde al último cartero funcionario de la ciudad, una figura cada vez más rara en tiempos de contratos temporales y plantillas ajustadas.

“Yo tenía claro que cuando cumpliese los 60 me iba a jubilar”, confiesa con serenidad. La decisión no es fruto del cansancio, sino de la convicción de haber cumplido un ciclo. Verdú entró en Correos en julio de 1987, primero como contratado para cubrir la baja de un funcionario. Apenas tenía 21 años y aquella era su primera experiencia laboral. Poco después aprobó la oposición, cuando todavía quedaban plazas vacantes en Alcoy. Desde entonces, nunca ha dejado su ciudad natal.

Su historia personal enlaza con un hilo familiar: su abuelo materno, Juan Sáez, fue cartero rural en Alatoz (Albacete), aunque la represión franquista truncó su carrera. “Quizá heredé algo de esa vocación”, reconoce. También un tío político trabajaba en Correos y fue quien le pasó la instancia que, rellenada y entregada, acabaría marcando el rumbo de toda una vida.

Durante 14 años repartió en el barrio de Santa Rosa y las dos últimas décadas en la Zona Alta. “Allí me conocen más”, explica. Lo que más valora de su trabajo es, precisamente, el contacto humano: “He visto crecer a los hijos de las familias, casarse, formar sus hogares… Yo les llevaba cartas en todas esas etapas. Y con las personas mayores, muchas veces hacía de psicólogo. Te contaban sus problemas y yo al menos les escuchaba”.

Ese vínculo humano, asegura, es lo que más se está perdiendo en el oficio. “Ahora la protección de datos o las nuevas tecnologías dificultan el trato directo con el cliente. Y eso era lo bonito: pasar casi cada día por las mismas calles y sentirte parte del barrio”.

Anécdotas no le faltan. Recuerda una carta extraviada durante diez años que llegó desde Barcelona y que entregó finalmente a la destinataria. Era un mensaje de amor de un alcoyano a su novia en tiempos de servicio militar. “La emoción fue muy grande”, evoca. También las cartas a los Reyes Magos, que antes recogían los carteros y que, aunque en menor medida, “todavía perduran”.

En casi cuatro décadas de oficio, Jordi Verdú ha visto cómo la profesión se transformaba radicalmente. La llegada de internet y las redes sociales hizo que el correo de papel “cayese en picado”, admite. Luego llegó la pandemia, que puso a prueba a la plantilla, y más recientemente el auge del comercio electrónico, que disparó la paquetería. El problema, denuncia, es que ese incremento de volumen no se ha traducido en un refuerzo de personal. “La compañía está infradotada. Hemos sufrido años de protestas por la falta de trabajadores. Se nos exigía más con menos recursos”, lamenta.

A pesar de todo, nunca quiso cambiar la calle por un mostrador. “Ni atención al cliente ni oficinas: prefería estar fuera, aunque lloviera, nevara o se estropeara la moto de reparto. Eran gajes del oficio”.

Tras la despedida que le brindaron sus compañeros, este mismo viernes tiene previsto celebrar su jubilación con una comida en el bar de los Salesianos junto a familiares y amigos. Un adiós festivo que simboliza también un cambio de era para el servicio de Correos en Alcoy. “Es una lástima que se esté perdiendo el oficio de origen, ese trato diario y personal. Ahora todo ha cambiado”.

Con él se marcha no solo un cartero, sino un testigo privilegiado de la vida cotidiana de Alcoy durante casi 40 años. Un vecino que no solo entregaba cartas o paquetes, sino también compañía y escucha. Ese que, aunque ya no vista de amarillo, seguirá siendo recordado como “el cartero de la Zona Alta”.