La ciudad que cambió el pedaleo de las lanzaderas de los telares por el de las bicicletas

Hubo un tiempo en el que Alcoy sonaba a fábricas, a chimeneas encendidas, a obreros entrando al amanecer en talleres textiles y papeleros que marcaron el pulso de toda una comarca. La ciudad se ganó a pulso ser un símbolo del progreso industrial en España. Aquella identidad, fruto y esfuerzo colectivo de una sociedad trabajadora, dio forma a una ciudad moderna. Sin embargo, la trayectoria parece haber seguido más bien un camino de retroceso, hasta tal punto de que hoy, cuando se busca un nuevo relato de ciudad, este se reduce todo a la proliferación de la llamada “Movilidad Sostenible”.

La decadencia industrial fue inevitable ¿O quizá sí? El cierre progresivo de fábricas, la deslocalización de la producción y la transformación del modelo económico dejaron esqueletos de naves vacías en el río que hoy son testigos mudos de un pasado glorioso. La ciudad se tuvo que reinventar y virar hacia los servicios: hostelería, comercio, universidad, turismo cultural. La apuesta por los servicios tenía sentido en un contexto en el que el turismo, la innovación tecnológica y la cultura emergían como los nuevos motores de desarrollo. La ciudad, con su patrimonio histórico y tradiciones reconocidas internacionalmente, parecía tener capacidad para crecer con inteligencia. No obstante, el presente nos demuestra que el relato se ha quedado en papel mojado. La ciudad no crece, los jóvenes se marchan, los comercios cierran y los proyectos eternos siguen durmiendo en los cajones del consistorio. La ciudad que generaba empleo ahora genera eslóganes. Donde había proyectos colectivos, ahora hay selfies inaugurales. Alcoy corre el riesgo de convertirse en un decorado amable, sí, pero estéril.

El gobierno municipal parece haberse resignado a una narrativa de “Ciudad Verde”, encontrado en la Movilidad Sostenible su comodín: barato, vistoso en campaña electoral y vendible como modernidad. El discurso actual gira en torno al carril bici y a una peatonalización del centro que se vende como gran transformación mientras los escaparates se vacían y la ciudadanía se divide más que se une. Todo suena a un capítulo de manual de autoayuda municipal: “Construye ciclovías, peatonaliza calles y el progreso vendrá”.

Que nadie se confunda: la movilidad sostenible es necesaria. Pero reducir el futuro de una ciudad a crear carriles bici y restringir el tráfico en ciertas zonas, es como pensar que bastará con colorear de verde las calles para atraer inversión, empleo y población. Alcoy, no necesita más brochazos, sino visión. Necesita recuperar la ambición de quienes levantaron la ciudad desde el sudor y la innovación, y plantear un horizonte más allá del próximo cruce con señalización ciclista.

El nuevo curso político no ha arrancado bien para un gobierno que se autodefine como progresista, pero en el que cuesta encontrar progreso alguno. Noticias como la marcha del examen de conducir a Alicante confirman la pérdida de servicios y centralidad que hicieron de Alcoy un referente comarcal. El tan anunciado Centro Tecnológico de Rodes, que podría ser una excepción, avanza a paso parsimonioso, con la sensación de que el tren del progreso amenaza con volver a escaparse. Mientras tanto, lo único que parece ir rápido son las tijeras para cortar las cintas inaugurales de cada tramo de carril bici.

La evolución retrógrada es clara: del bullicio fabril al servicio precario, y de ahí a la bicicleta como nuevo tótem urbano. Es como si de la máquina de vapor hubiéramos pasado a la máquina de pedalear, y se nos quisiera convencer de que eso es progreso. Alcoy pedalea, sí, pero en una bicicleta estática. Y lo peor es que mientras tanto, el gobierno sonríe en la foto como si la medalla de la modernidad fuera de latón y se entregara, por tramos, en cada carril bici recién pintado.

Advertisements