El ‘terraplanismo’

En las últimas décadas del siglo XX, en la universidad, todavía explicábamos en la asignatura de Geometría Descriptiva: las Cartas Solares, la Teoría de Sombras y el Soleamiento. La Tierra, de configuración aproximadamente esférica, desde entonces, obviamente no ha dejado de rotar, a una velocidad angular de 15 grados sexagesimales por hora. Es fácil comprobarlo, podemos sentarnos diez minutos en cualquier banco de un parque urbano o calle, veremos como las sombras arrojadas de las farolas urbanas sobre las aceras o jardines cambian constante, lenta y gradualmente de posición. Ese hecho es perfectamente perceptible para cualquier transeúnte urbano observador.

El Proceso de Bolonia trajo como consecuencia una reducción de las horas lectivas en numerosas asignaturas. En Geometría Descriptiva pasamos de 150 horas anuales de clase, a 60 horas; después de dos recortes consecutivos. Esas disminuciones radicales de las horas de clase provocaron significativas reducciones en los programas de numerosas asignaturas. Por ello la Teoría de Sombras dejó de explicarse en las aulas de la universidad. No es extraño que el profesor Enrique Linde Paniagua escribiera el libro “El proceso de Bolonia: un sueño convertido en pesadilla” (2010); realizando en su texto certeros y realistas análisis críticos.

Mientras se realizaban esas reducciones en las materias docentes, la rotación terrestre seguía su curso y era verificable por cualquier ser humano. Como hemos indicado, simplemente observando el cambio de ubicación lento y gradual de las sombras arrojadas de los objetos opacos al ser iluminados por el Sol. En eso se basa, precisamente, la ciencia y técnica del trazado y construcción de relojes de sol. Respecto a la esfericidad terrestre podríamos recurrir a la historia universal y rastrear documentalmente la expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano dando la vuelta al globo terráqueo. Magallanes murió en el viaje, falleciendo en Filipinas; pero Elcano completó todo el recorrido aproximadamente circular sobre la superficie esférica terrestre, volviendo al punto de partida y comprobando fehacientemente la esfericidad de la Tierra, en 1522. En lugares donde existen montañas elevadas próximas al mar, la provincia de Alicante las tiene; es verificable, cuando se asciende a una cumbre y luego se desciende, que se ve mucha más superficie de mar desde la cumbre, que desde zonas de nivel más bajo; este fenómeno en Cosmografía se denomina “variación del horizonte visible con la altitud”. De modo análogo, cuando se aproxima un barco velero desde el horizonte hacia la costa y lo observamos desde la costa, lo primero que vemos son los mástiles y las velas… y después el casco.

Pues bien, ahora resulta que se niegan esas evidencias y surgen los “negacionismos de la esfericidad terrestre” es decir los ‘terraplanismos’ por doquier, pero no únicamente en el ámbito de la geodesia o la geografía, sino también, por extensión, en otras áreas del conocimiento, como es: la historia, la medicina, la economía, la psicología, la psiquiatría, el medioambiente, el periodismo; etc, etc, etc.

Todos los terraplanismos son preocupantes, pues parten de presupuestos falsos, pero merece especial atención, según mi opinión, el ‘terraplanismo mental’. Esa actitud psicológica conduce a: la arrogancia intelectual, la prepotencia, la falta de empatía, a creernos poseedores absolutos de la verdad, al cerrilismo, al narcisismo, a creer que lo sabemos todo; actitudes poco adecuadas y proclives para la investigación y la convivencia. La flexibilidad y multiplicidad en la ubicación de nuestro punto de vista nos conduce a una percepción certera y minunciosa de una realidad compleja y llena de matices, especialmente ante los análisis de acontecimientos históricos complejos, pues los vemos desde distintos puntos de observación. El terraplanismo mental nos conduce hacia: la obstinación, el autoritarismo, la polarización, la manipulación de la verdad histórica, el fanatismo, la irracionalidad, el enfrentamiento inter-social, la manipulación informativa de los acontecimientos haciéndolos acordes a nuestros intereses, la creación de una opinión pública ficticia que no se corresponde con la realidad. Los gestores y promotores del terraplanismo mental son enemigos acérrimos de los análisis racionales e independientes y del espíritu crítico.

Con el uso generalizado de internet y de las redes sociales el terraplanismo ha encontrado un adecuado espacio donde expandirse y ganar adeptos. Corren tiempos difíciles ante los que hemos de estar especialmente atentos, vigilantes y prevenidos: los bulos, la creación artificial de imágenes y sonidos ficticios, las falsas noticias son un peligro diario y permanente. Por el contrario: la auténtica cultura, el estudio concienzudo, la formación y la información veraz, son su antídoto.

JORGE DOMÉNECH ROMÁ. Exprofesor de la Universidad de Alicante y escritor

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