¿Rehabilitar o especular?
Parece que la vivienda sigue siendo la protagonista de la agenda alcoyana. En este caso, trae buenas noticias… ¿o de verdad lo son?
La rehabilitación vive un impulso inédito. Entre enero y junio de este año, la ciudad ha multiplicado por cuatro la superficie reformada respecto al mismo semestre y se ha situado líder en la provincia. No es un dato menor: habla de inversión, de empleo y de cuidado del tejido urbano, especialmente en un casco histórico que lo necesitaba, y mucho.
El Ayuntamiento, además, está moviendo ficha con ayudas a fachadas, medianeras y estructuras —y retirada de amianto—, así como con programas de eficiencia energética en barrios como Sagrado Corazón y Font Dolça, financiados con fondos europeos. Hablamos de actuaciones que actúan como agente dinamizador en zonas donde, literalmente, hemos visto casas venirse abajo. Todo suma cuando el objetivo es dignificar viviendas y revitalizar barrios.
Pero la alegría va por barrios y la realidad nacional —y autonómica— obliga a poner el foco. En la Comunitat Valenciana, el importe medio de las hipotecas se ha disparado un 74% en una década (2015–2025). España entera sufre el encarecimiento, pero aquí la subida supera la media estatal y tensiona un mercado ya caliente: comprar —y, por arrastre, alquilar— se ha vuelto mucho más caro.
Ahí está el nudo: rehabilitar es imprescindible, pero especular es letal. Si el boom de reformas alimenta solo el ciclo de la plusvalía rápida —lavado de cara, cambio de suelo y pintura, y muebles suecos—, estaremos alimentando el problema: más vivienda reformada… pero no más vivienda accesible. Es la diferencia entre rehabilitar para la vida y rehabilitar para el escaparate.
La ciudad necesita fijar un rumbo claro: que cada euro público invertido en rehabilitación mejore la accesibilidad, la eficiencia energética y la habitabilidad, y que esa mejora repercuta en los vecinos, no solo en balances privados. Conviene entender esto: si Europa financia envolventes térmicas, lo coherente es que el ahorro energético y el confort no se traduzcan en expulsiones por subidas de renta.
También el sector privado tiene un papel: rentabilidades razonables, contratos estables y una colaboración leal con la administración para sacar vivienda al mercado sin convertir el centro en un parque temático. La rehabilitación debería ser un pacto entre patrimonio y cuidado, entre memoria y derecho a habitar.
Celebremos, pues, que Alcoy repare sus costuras, que remiende fachadas y que devuelva dignidad a barrios enteros. Pero hagámoslo con una meta social inexcusable: rehabilitar para vivir, no para especular. En tiempos de hipotecas que no dejan de crecer, esa es la prueba de fuego: que la reforma no saque a nadie de su casa.
JORDI PASCUAL. Periodista