España, tenemos un problema

Continuamos enzarzados con el problema catalán y lo que subyace: los nacionalismos. Continuamos obviando un sentimiento arraigado no solo en una parte de nuestro país, sino en otras partes de Europa. De ahí que permanezcamos muy atentos a la forma en que se va avanzando en el campo de esa doctrina inventada a principios de siglo XIX, que es, conviene no olvidarlo, un movimiento político que persigue conseguir el poder. La conciencia nacional es algo distinto; es el medio mediante el que un territorio o una lengua se identifican como grupo. Sin un sentimiento fuerte de identidad nacional no hay nacionalismo; dicho de otro modo: ese sentimiento de identidad nacional es el caldo de cultivo o condición sine qua non para el desarrollo del nacionalismo. No me estoy refiriendo en estos momentos al nacionalismo español, que también existe y que de tanto en tanto hace sus proclamas, sino a los periféricos.

Y como no hay avances significativos en el laberinto de Cataluña, prueba de ello son los reveses que Europa nos está dando últimamente con el asunto de la extradición de Puigdemont, conviene volver al punto de partida. Dejemos de momento la Constitución, cuyo título preliminar hemos leído y releído hasta la saciedad. Los expertos y estudiosos del tema han identificado al menos una decena de características que definen a una nación: fronteras, población, la idea de que una nación forma una unidad, soberanía o aspiración a ella, cultura (lengua, costumbres, creencias, valores, etc.), la creencia o el sentimiento de la existencia de una nación a lo largo del tiempo con una historia, ascendencia o antepasados comunes, relaciones históricas con un determinado territorio, participación del pueblo en asuntos colectivos que le atañen, y la idea de que el gobierno solo existe cuando está al servicio de la gente o de la nación.

Ahora vienen las preguntas del millón: ¿cuántas de estas características son compartidas por los habitantes de Cataluña, Galicia, País Vasco, Escocia o Cerdeña?, ¿desde cuándo hay constancia de que determinados pueblos comparten estas características?, ¿existe constancia de estas características en los documentos escritos legales o literarios de estos pueblos? La respuesta a todas o a parte de estas preguntas no son los políticos, arrogándose el papel de filólogos o historiadores, quienes deben ofrecérnoslas, por más que se empeñen desde sus tribunas, reforzadas por los medios de comunicación; son los ciudadanos quienes en cada elección las manifiestan de forma tácita e indirecta. Un número excesivo de consultas produce cansancio y puede tener resultados contrarios a los que las encuestas predicen. Permanezcamos atentos a los resultados de las próximas elecciones en Cataluña.

El historiador británico Hugh Seton-Watson sostenía en su obra Naciones y Estados (1977) que “una nación existe cuando un número significativo de personas de una comunidad se considera una nación” y mencionaba algunas de las características apuntadas como es el tema de las fronteras (los miembros de cualquier nación quieren conocer los confines, es decir, dónde empieza y acaba su nación). Fíjense ustedes el problema que solo una característica puede plantear: ¿Catalunya o Països Catalans? ¿Qué tienen que decir los valencianos o los baleares al respecto? Como ven, no hay una respuesta clara y compartida por todos. Y a nadie le gusta que se le imponga el criterio del adversario. En pocas palabras: la solución al problema que tenemos todos no es fácil y va para largo.

Dejando aparte el grado de corrupción de los políticos nacionalistas catalanes, la ilegalidad del referéndum del 1 de octubre, la aplicación del artículo 155, el poco respeto demostrado a las normas democráticas, el incumplimiento de las resoluciones dictadas por no respetar el estado de derecho, los encarcelamientos y huidas, los delitos tipificados, etcétera, lo cierto es que tenemos un número fluctuante pero relevante de personas en Cataluña que se considera no una nacionalidad, sino una nación con aspiraciones a crear un Estado. España, tenemos un problema.

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