Adam Enrique, la ilusión como oficio
Actor desde los seis años y profesor de interpretación desde 2019, ha construido una carrera basada en la constancia, el aprendizaje continuo y una profunda honestidad sobre el escenario
Existen trayectorias que, como algunas vidas, están cocinadas a fuego lento, con la curiosidad, la persistencia y la fe como ingredientes principales. La de Adam Enrique es una de ellas. El actor alcoyano, que lleva sobre los escenarios desde los seis años y trata de enseñar lo que sabe a las futuras generaciones de actores y actrices, ejemplifica perfectamente el recorrido de todos esos caminos que, aunque sinuosos, son los que acaban llevando a la meta. “Me mueve la ilusión”, resume. Sencilla, pero clarificadora declaración de intenciones.
Adam empezó, como tantos otros en Alcoy, en el Tesalín, el grupo de teatro joven del Colegio Salesianos San Vicente Ferrer. Ya en su niñez, el teatro comenzó a convertirse en un juego serio. “Veía películas y repetía escenas o creaba interpretaciones. Además, cada año hacíamos un musical o una obra, y eso da muchas tablas sin ni siquiera darte cuenta”, recuerda. Ese entorno, con profesores, compañeros, nervios y funciones, le inculcó la magia del escenario. “Me encantaba la fiesta que significaba cada día de teatro”, afirma.
Esos primeros pasos, con hitos como su primera fase en ‘La cuna del Mesías’ o su papel del Señor Smee en ‘Peter Pan’, eran señales que, vistas desde hoy, formaban parte de la brújula de un actor en ciernes.
Su formación posterior, en teatro gestual, inglés, canto, interpretación ante la cámara, reforzó una idea que ya defendía y que sigue sosteniendo y transmitiendo. “En escena hay que ser honesto con cómo estás y conectar con el compañero, no buscar nada concreto, no fingir”, explica. El secreto, aunque manido, es el mismo que siempre funciona: tratar de disfrutar sobre el escenario.
De él destaca también su versatilidad, algo que define con naturalidad. “Cuantas más ramas toques, más rico eres. La actitud marca mucho. Me considero trabajador y eso me ha hecho crear mi propio protocolo para mejorar”.
Quizá esa capacidad de adaptación le llevó a Puy du Fou, el parque temático de espectáculos históricos de Toledo. “Era una oportunidad para trabajar realmente como actor, para vivir de ello”. Canceló un rodaje para presentarse al casting y entró en un mundo con 200 intérpretes, sinergias, contactos y otro ritmo. “Es un trabajo muy intenso, muy físico, pero del que aprendes mucho y te da mucha seguridad”. Adam Enrique puso su firma en espectáculos como ‘Allende la Mar Océana’ o, sobre todo, ‘El sueño de Toledo’, galardonado en 2022 y 2024 como Mejor Espectáculo en Directo del mundo.
Con tantas obras a sus espaldas, elegir le cuesta. Pero menciona algunas que le han marcado. Por ejemplo, recuerda ‘Amor-discos’, dirigido por Macrina Soler, y que significó su punto de inflexión. Destaca también ‘Paciente 56’, ‘El montaplatos’, o ‘Caperuza Roja: un musical feroz’, que le llevó a subirse a las tablas del Teatro Principal de Alicante o del Teatro Alcázar de la Gran Vía de Madrid. En cine, le impactó especialmente su papel en ‘Kiboko’, una docuficción sobre este mítico y reivindicativo bar de la Vila que marcó a toda una generación en los años 80. “Ese trabajo me hizo más consciente de la importancia de la libertad”, recuerda.
>>Puede leer el reportaje completo en El Nostre del 12 de diciembre.