Arte y denuncia: pintar la degradación del patrimonio
La Fundación Mutua Levante acoge la exposición ‘La pintura de l’enderroc’, de Pep Hernández, un retrato de las partes emblemáticas, pero descuidadas, de nuestra zona

Pep Hernández no tiene tiempo de aburrirse. Como le dice su mujer, no se le va a caer la casa encima. Pertenece al sindicato CGT y está implicado en numerosos movimientos vecinales que velan por la calidad de vida de la gente de Alcoy. Como está jubilado, cuando no practica el activismo, está en su estudio, en la calle Sant Nicolauet, con vistas a la fábrica de La Riba, aquella en la que su padre trabajó durante tanto tiempo. También cuenta que le encanta pasear y “ver todos los paisajes que hay por aquí”. Sobre todo frecuenta El Molinar, un espacio verde en el que antaño se encontraba el motor industrial alcoyano. Como está en un barranco y por allí pasaba el río —cuando llevaba agua—, el verde nunca ha abandonado la zona. El problema, según explica Hernández, es que ahora se ha apoderado de ella.
En la Fundación Mutua Levante, el color de las obras del alcoyano disimula y, de alguna manera, hace más amable un mensaje amargo: la degradación del patrimonio y los parajes de la ciudad. El gran cariño que siempre ha sentido por el barrio del Partidor, por ejemplo, lo ha llevado a pintarlo con su característico impresionismo a lo largo de los años, y su trazo ha capturado, probablemente de forma inconsciente, la degradación de esta parte emblemática de la ciudad. “Es reivindicar lo que es el barrio, porque se está cayendo todo”, lamenta. Y explica que “por eso la exposición se llama ‘La pintura de l’enderroc’, porque ahora solo hacen que caer cosas y no mantienen ni rehabilitan nada”.
Es innegable que el fuerte compromiso social del artista atraviesa también su arte, aunque a veces lo haga de manera inconsciente. Ocurre lo mismo con la zona del Molinar. Los parajes naturales esconden una realidad muy amarga. Las históricas fábricas que hace años dieron a Alcoy el impulso que la ha convertido en la ciudad que es hoy están olvidadas, derruidas y devoradas por una naturaleza voraz que siempre recupera lo que es suyo. Hay algunas sin techo, otras prácticamente sin paredes, y los caminos que las conectaban están llenos de vegetación y ya no se puede pasar. Si uno mira a un lado y al otro de la sala, puede comprender qué significa el paso del tiempo cuando no cuidamos lo que es nuestro.
En ‘La pintura de l’enderroc’ destaca el contraste entre la luz que Hernández captura en cada cuadro y el panorama abandonado y destrozado que dibuja. “A mí me gusta el color”, asegura el artista, y con su nuevo estilo es innegable que así es. Pep recuerda cómo tuvo la idea de pintar con este impresionismo punteado y naïf: fue pintando mándalas, cuando cuidaba de un familiar bastante mayor. “Y con el tiempo de pintar mándalas, pensé que eso lo podía meter dentro del bastidor”, explica. Además, asegura que buscó este estilo porque “hoy en día el impresionismo está un poco pasado” y le dijeron: “O cambias o no te vas a comer un rosco”. “Aunque cambié y sigo sin comerme un rosco”, ríe el pintor.
Aun así, esta condición potencia su creatividad y la denuncia inherente a su arte, lo que le ha llevado a ocupar la Fundación Mutua Levante hasta el 10 de septiembre. “No, no, yo no me adapto, yo no pienso que tengo que vender. A lo mejor estoy con un cuadro un mes”, concluye, satisfecho y seguro, como quien sabe que ha hecho el trabajo bien hecho.