Cruzar los Pirineos de mar a mar tras 800 kilómetros

Javi Pereda, profesor de arnauda, realiza la Transpirenaica, la conocida travesía de montaña que une el Cap de Creus (Girona) con el Cabo Higuer (Gipuzkoa) en 37 días

Javi Pereda llevaba un tiempo que forjaba sus sueños en torno a las travesías de montaña. Sus frecuentes viajes a los Pirineos con amigos le dejaban cada vez más fascinado. Nunca tenía bastante y siempre quería más. Eran travesías de pocos días que intentaba disfrutar al máximo.

Hasta que su afición a la lectura dispararon aquellos pensamientos y su afición a subir cada vez más alto. Fue a raíz de llegarle a sus manos un ejemplar del volumen escrito por Sergi Latorre en 2023, titulado “Solo es andar”, en el que narraba como un diario personal su experiencia realizando la Transpirenaica, el sendero de gran recorrido (GR-11) que cruza la cordillera de los Pirineos de mar a mar, desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo, a lo largo de 800 kilómetros.

Y lo cuenta de una manera ingeniosa, no como un reto deportivo, sino como un desafío personal, como una especie de sueño cumplido, que a Javi Pereda, un profesor de Primaria de Arnauda, atrapó desde la primera página. Un libro que habla de una experiencia única y de una aventura personal inolvidable. “Su lectura me hizo pensar. Yo de repente me veía allí, trasladado a lo que me estaba contando el libro, pero luego volvía a la realidad y me decía a mi mismo, imposible, que cómo iba a dejar seis semanas a la familia para perderme entre montañas en los Pirineos”, recuerda.

Hasta que un día, hablando con su mujer Gemma, sentados en la playa y con la vista bucólica de unas olas, todo se desencadenó. “Hablando tranquilamente, mi mujer me dice que me vaya, que para qué esperar a dentro de veinte años –ahora tiene 46–, cuando me jubile a hacer la travesía. Entonces no sé cómo estaré y en ese momento, me anima a hacerlo. Es más, me regala un diario para que dejara escrito todo lo que me fuera ocurriendo, algo que llevé a rajatabla desde el primer hasta el último día”, desvela.

Y ese momento que tanto soñó, llegó por fin, más agrio de lo que imaginaba. “Soy de lágrima floja, a la mínima me pongo a llorar y estuve muy cerca de dejarlo todo en el mismo momento que me subí al autobús para desplazarme hasta Girona. Fue muy duro el despedirme. Durante el viaje me dije muchas veces a mí mismo qué hacía allí. Igual como la primera semana de travesía. La cabeza estaba más en mi casa, junto a los míos, que en la montaña. Encima con etapas como una en la Cerdanya, de 30 km todo de pista, con un calor horrible y con la bota rota. Llegué a decirle a mi mujer que me volvía”, recuerda de las primeras sensaciones después de aquel 7 de julio.

El mítico sendero de gran recorrido, con 40.000 metros de desnivel acumulado, positivo y negativo, que equivale a subir y bajar el Everest nueve veces, habla de cruzar el Pirineo español de Oeste a Este, trayecto que Javi Pereda descartó de salida por dos razones fundamentales: una por tener el sol de espaldas y otra por realizar la parte más Mediterránea, de mayor calor, al principio, “con las fuerzas más intactas”.

Así que el inicio de la ruta fue en el Cap de Creus (Girona). “Desde un principio tuve claro que aquello no era un reto deportivo como el que llevó a cabo Kilian Jornet que completó la Transpirenaica en 8 días. Mi objetivo eran 42 días, que es la media habitual para el que hace la travesía caminando. Muchos prefieren acabar al mediodía y dedicar la tarde a descansar o hacer turismo. Yo hubo días que llegaba a la hora de comer a un sitio, me veía bien y seguía adelante. Al final de esa jornada hice 40 km. Empecé mal, sufriendo mucho, pero terminé muy fuerte”, indica.

Javi Pereda completó el recorrido de 800 kilómetros en 37 días. Al final, desde que empezó en Cap de Creus hasta que llegó al Cabo Higuer (Gipuzcoua), en el mar Cantábrico, empleó 42 días.

Todos con 18 kilos a la espalda. “Fue lo que peor llevé. Lo que se dice sufrir por cansancio físico, lo justo. Ha sido más una cuestión emocional, de cabeza. He llorado mucho. Por echar de menos a los míos o por la belleza del paisaje. Recuerdo llorar de emoción en el Monte Perdido por todo lo que estaba viendo a mi alrededor. O en Irún, después de tantos días de montaña, de repente veo el mar y no pude contener las lágrimas. Mi mujer me dice que he vuelto muy cambiado. Durante el camino tiras de menos tantas cosas que cuando regresas a casa aprecias más los pequeños detalles.

A nivel personal ha sido un viaje muy enriquecedor que recomiendo. Llegar a un refugio y estar solo, ver que alguien entra y sin conocerlo de nada, querer que se quede para poder hablar”, cuenta ya más tranquilo, aún con las consecuencias visibles de la travesía en la que llegó a perder 12 kilos. “En muchos sitios ya había estado, pero la Transpirenaica me ha permitido encadenarlos. Soy un enamorado de los Pirineos y este viaje me ha permitido tener una perspectiva mucho más amplia de lo que tenía antes. El salto lógico en el futuro serían los Alpes, pero ahora mismo no tengo nada decidido”, resume.