Cuando la pobreza entra por la puerta

Una de las consecuencias de este fin del mundo que algunos catalogan como “Made in China” es el cambio del discurso político.

En la pre-pandemia, los partidos se encontraban cómodos repartiéndose “zascas” dentro de una delirante regresión al año 1936. Incluir en la agenda política los problemas de la gente importaba menos o daba menos votos, a saber. Sin embargo, la punta del iceberg de la crisis económica que trajo el bichejo y que nos desangra, ha puesto en el centro de la diana cuestiones realmente importantes, como la factura de la luz. No hay mal que por bien no venga, lo celebro.

Si nos miramos el ombligo –dicen que los alcoyanos somos muy propensos a ello– parece que uno de los temas que más preocupa, o se quiere que preocupe, es el nombramiento de Antoni Miró como hijo predilecto de nuestra ciudad.

¿Provocación política o distinción más que merecida? Particularmente, y como la gran mayoría de los que se manifiestan a favor y en contra, ni conozco su obra ni entiendo nada de pintura y escultura. Yo también recibí adoctrinamiento, en forma de no tener clases de arte en mi época de estudiante y no tengo el ojo educado.

Mientras se libra esta batalla, Alcoy presenta una tasa de desempleo de 20,10 % (INE, Julio 2021) mientras que la media en España se encuentra en 14,30 % de la población activa. Debería ser prioritario a cualquier otra cosa, el problemón que representa que 5.361 personas busquen trabajo en una ciudad en declive, pero no lo es y si me equivoco que me lo demuestren.
Y también mientras se libra esa batalla, en Alcoy se está dejando morir de inanición al Hospital, sin que nadie vaya a Valencia a coger de las solapas a los que pueden cambiar la situación y zarandearlos hasta que se den cuenta de que la situación es inadmisible.

La realidad es que el pasado viernes 3 de septiembre, en el Pleno del Ayuntamiento de Alcoy se emplearon casi cuarenta minutos en debatir una propuesta consistente en cambiarle el nombre a la Plaza de España y sustituirlo por Plaza Isabel Clara Simó. No voy a entrar en quién fue el proponente de la idea ni en el por qué, pero sí en el final de la película. Se aprobó dedicar a la escritora alcoyana una calle u otro espacio público en nuestra ciudad, cuando ésta ya se encontraba en el listado de nombres pendientes para el callejero de Alcoy. Cuarenta minutos preciosos, en los que no se habló de la decadencia de Alcoy ni en lo que se debe hacer para pararla.

Estos shows no deben continuar. No son admisibles. Todos los recursos de nuestro ayuntamiento deberían dedicarse de forma prioritaria a combatir la pobreza y la exclusión social. A partirse el corazón para conseguir que desde Valencia se deje de ningunearnos. A cuidar de Alcoy y de los alcoyanos y dejarse de gilipolleces de cuotas por sexo, o de adormecer los problemas reales con enfrentamientos entre los que padecen delirios nacionalistas frente a los que se envuelven en la bandera patria para tapar sus vergüenzas políticas, por ejemplo.

Parafraseando al grupo El último de la fila –en cuya separación tuvo mucho que ver la guerra de las lenguas– cuando la pobreza entra por la puerta, las batallas culturales deberían saltar por la ventana.

Send this to a friend