El fuego y la berrea

Hace un tiempo estuve en Plasencia, lugar idílico para los amantes de lo histórico. Me apunté a una excursión de un día al parque Nacional de Monfragüe, pues una de  mis mayores ilusiones era contemplar todas las aves posibles que allí habitan como “buitres, cigüeñas, alimoches, águilas imperiales y otras rapaces”………..y poder también visualizar la figura noble e inquieta al tiempo que serenamente elegante de los ciervos en su época de celo y escuchar en gran silencio la berrea, ese poderoso sonido gutural que embelesa de los machos para atraer la atención de las hembras. También tuve ocasión de pasear por la dehesa y contemplar los alcornoques y robles algunos de mas de 400 años y las encinas, exponiendo a la luz del atardecer todo su señorío y encanto. Fue una jornada inolvidable, pues todo salió a pedir de boca y además el guía era un excelente extremeño amante de su tierra y que se le veía disfrutar de su trabajo en aquel ambiente selvático en todas las explicaciones que me daba a las múltiples preguntas que le formulaba, y siempre lo hacíamos en voz baja…para no molestar a los animales. La mayoría de todo esto va a desaparecer salvo que el hombre sea capaz de reponer sus desmanes. La mayoría de extensión del Monfragüe ha sido calcinada como otros lugares semejantes de nuestra España, pero yo por ahora me centro en el Monfragüe. He visto la foto de un ciervo que adjunto, mirando a las llamas sin saber que estaba ocurriendo. Desorientado, asustado y con la idea clara de tener que abandonar aquellas tierras que le habían visto nacer. Desconozco que clase de berrea lanzaría con toda su alma aquel ciervo ante la magnitud del desastre, pero de seguro que su berrea hermosa se parecerá mas a un llanto que a una llamada de amor. El animal jamás haría semejante destrozo pues como buen ser vivo, disfruta de lo que la naturaleza le regala y ama su entorno día a día. El ciervo mira con espanto, horror y lástima las llamas que todo lo devoran y su actitud es el de dar una última mirada a su morada para salir corriendo de aquel infierno y salvar su vida, como es lógico. Nos deja a todos con la sensación de terror y huérfanos de sus encantos, pero el ciervo decide su fuga en busca de supervivencia. No sé si encontrará la supervivencia que se merece pero lo que si sé es el que nuestra supervivencia está mas en riesgo que la suya, pues después de pérdida tras pérdida por los incendios continuados, quizás tengamos que conformarnos con el internet, el móvil y el ruído de las pobladas calles urbanas y sus frías e inanes paredes de cemento que no sólo no berrean, sino que además se ensucian, dibujan y se adornan con cableados interminables, tan pronto son construídas. El mensaje final es: si no somos capaces de cuidar la naturaleza que se nos ha regalado junto a nuestra vida, la propia naturaleza se encargará de destruir a quienes ni la merecen ni la respetan.

Rafael J. Valls Buitrago-Licenciado en Ciencias del Trabajo

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