El orgullo es de todos

Se acercan las celebraciones del Día del Orgullo LGTBIQ+ y, con ello, una vez más debemos poner el foco en un aspecto social que nos afecta a todos. En estos tiempos en los que la polarización política y social parece superar límites que antes parecían olvidados, la reflexión y el pensamiento crítico necesitan recuperar su papel protagonista en esta historia.

Nuestra ciudad tampoco escapa a ciertos episodios que ratifican comportamientos impropios de una sociedad que se considera democrática. No debemos olvidar que la asociación LGTBI+ de Alcoy, Ponts d’Igualtat, denunció un posible delito de odio durante las pasadas Fiestas de Moros y Cristianos de la ciudad.

No se trata de factores externos ni de sucesos que ocurren en grandes ciudades; son actos que siguen ocurriendo a escasos metros de donde vivimos. Por esta razón, creo que es necesario realizar un ejercicio de reflexión en favor de la libertad sexual de cada individuo.

Porque, al final, lo que está en juego es que el propio colectivo abrace la libertad. Una libertad de elección para sentirse y amar a quien queramos y como queramos. Ese es el verdadero orgullo: no solo es una celebración, sino una reivindicación. Además, también nos sirve como recordatorio de que aún existen personas que no pueden vivir su identidad con libertad, que siguen siendo señaladas, silenciadas o directamente atacadas por ser quienes son. Y eso, en pleno 2025, sigue siendo inadmisible.

Sería injusto no matizar que hemos avanzado mucho en esta materia. Sin embargo, no debemos conformarnos, pues aún tenemos mucho camino por recorrer. La igualdad real no se mide en discursos institucionales, ni en banderas colgadas durante una semana al año, ni en la celebración de un día, sino en la cotidianidad: en los gestos, en la educación, en el respeto y, sobre todo, en la acción.

De esa reflexión deben surgir nuevas preguntas que revisen y cuestionen nuestro entorno. ¿Es Alcoy un lugar seguro para todas las personas? ¿Hemos construido una ciudad en la que cualquier identidad pueda sentirse acogida y respetada? ¿O seguimos tolerando bromas, estigmas y actitudes que refuerzan la discriminación?

Por eso, este Orgullo que se aproxima debe servir para renovar nuestro compromiso: para alzar la voz no solo en la fiesta, sino también cuando haya que señalar la injusticia; para celebrar la diversidad y también para protegerla. Porque solo una sociedad que abraza todas sus diferencias puede considerarse realmente libre.

Al final, lo que está en juego no es solo el derecho a amar, a ser o a mostrarse. Lo que está en juego es qué tipo de ciudad queremos ser. Y yo, sinceramente, quiero vivir en una ciudad que esté orgullosa de todas sus personas. Sin excepción.

JORDI PASCUAL. Periodista

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