Fernando Cerdá Albero jura como magistrado del Tribunal Supremo
Entrevista al banyerense tras la toma de posesión

El banyerense Fernando Cerdá Albero ha sido nombrado magistrado de la Sala Primera del Tribunal Supremo, según lo dispuesto en el Real Decreto 559/2025, de 1 de julio. El pasado 14 de julio prestó juramento y tomó posesión del cargo en un acto solemne presidido por la Excma. Sra. Isabel Perelló Domènech, presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. Con motivo de su nombramiento, concedió la siguiente entrevista:
– ¿Qué supone para usted este nombramiento?
– Como jurista y como ciudadano español, es un altísimo honor y una enorme responsabilidad haber sido nombrado magistrado de la Sala Primera del Tribunal Supremo, al poder aportar humildemente mi formación académica, conocimiento práctico y experiencia jurídica al servicio de los ciudadanos en una sociedad democrática.
– ¿Cómo podrá afrontar este nuevo reto, a caballo entre Barcelona y Madrid?
– En el corazón de la semana los magistrados y magistradas de la Sala Primera estamos reunidos en la sede del Tribunal Supremo para la celebración de las deliberaciones y las labores propias del trabajo colegiado en equipo. Pero, además, hay una parte muy importante de nuestra dedicación (la preparación de las ponencias) que es fundamentalmente un trabajo individual que puedes realizar también en tu residencia. Y todo ello, claro está, sin dejar de venir a Banyeres de Mariola: soy de un pueblo de montaña y en algún lugar he leído que eso, de mayor, se nota.
– ¿Cómo ha sido el camino hasta llegar al Tribunal Supremo?
– En mi caso, este camino ha venido precedido de dos profesiones jurídicas. En primer lugar, y como profesión principal, ser catedrático de Derecho Mercantil en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona desde 2007, con mis méritos curriculares (premio extraordinario de licenciatura, doble premio extraordinario de doctorado, becario del Real Colegio de España en Bolonia y de la Alexander von Humboldt Stiftung, reconocimiento de cinco sexenios de investigación por el Ministerio por mis publicaciones científicas…).
Por otra parte, en régimen de compatibilidad concedida por el rector de la universidad, he ejercido como abogado del Il·lustre Col·legi de l’Advocacia de Barcelona, y no sólo he prestado asesoramiento jurídico especializado, sino que también he redactado numerosísimos escritos procesales y recursos, y he dirigido la defensa jurídica en estrados.
– ¿Qué cree que ha pesado más en su elección: su trayectoria, su perfil?
– No me corresponde a mí decirlo, pero entiendo que ha sido la idoneidad por los principios de mérito, capacidad, igualdad y representación paritaria de mujeres y hombres. Sobre este último principio, en la misma fecha hemos sido nombrados en la Sala Primera dos magistradas (que proceden del turno general, pues ya eran magistradas de carrera) y un servidor (por el turno de juristas de reconocido prestigio). Por lo que a mí respecta, considero que la experiencia acumulada en el desempeño como catedrático de universidad y como abogado, a la que me he referido en la anterior respuesta, han justificado las aptitudes de excelencia para el ejercicio de la jurisdicción.
– ¿Quién o qué le inspiró a dedicarse a la carrera judicial?
– Personalmente, tengo muy presente el recuerdo de Vicente Luis Montés Penadés (q.e.p.d,) que, por cierto, era de Ontinyent. Fue catedrático de Derecho Civil en la Universitat de València, y me dio clases un curso académico, los dos somos «bolonios» y también fuimos compañeros en el mismo despacho de abogados. Él fue magistrado de la Sala Primera entre los años 2005 a 2009. Desgraciadamente falleció demasiado pronto. Los magistrados designados por el turno de juristas en la Sala Primera han sido generalmente catedráticos de Derecho Civil.
En mi caso, según me dicen, soy el primer catedrático de Derecho Mercantil que ha sido nombrado magistrado de la Sala Primera del Tribunal Supremo en sus más de doscientos años de historia.
Además, me atrae muy especialmente trabajar con los compañeros y compañeras de esta Sala Primera, pues atesoran unas cualidades técnicas y humanas excepcionales. Otro tanto sucede con las personas de secretaría, administración y servicios. Con lo cual, el ambiente de trabajo es formidable. Todo ello me anima a contribuir humildemente a la dignidad de la misión asignada al Tribunal Supremo.
– ¿Qué valores considera fundamentales para ejercer la magistratura con integridad?
– Comparto plenamente las reflexiones del presidente de la Sala Primera, el Excmo. Sr. Ignacio Sancho Gargallo (que ha sido mi padrino en el acto solemne de juramento), quien ha analizado las virtudes judiciales y las destrezas profesionales para juzgar bien: esto es, para encontrar la solución más justa. Como premisas fundamentales están la independencia e imparcialidad. A ello se suma la integridad, dentro y fuera del tribunal. Especial importancia tienen la prudencia (sobre todo en el enjuiciamiento, que además ha de estar libre de sesgos o prejuicios, y abierto de mente), la humildad y la sagacidad. Es también fundamental la conciencia social y la humanidad, por lo que resulta clave la razonabilidad y la previsión de las consecuencias de la decisión judicial. En estas virtudes, nuestro presidente también destaca la dedicación responsable y el buen trato o cortesía. En fin, puesto que el enjuiciamiento se suele expresar en una sentencia escrita, se debe escribir bien, con un estilo claro, correcto, directo y preciso.
– ¿Considera que la independencia del poder judicial está garantizada hoy en día?
– Permítame recordar la Constitución, cuando determina que «la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del rey por jueces y magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley». La independencia judicial (junto con la imparcialidad) es la garantía fundamental del juicio justo. Como establece la Declaración de Londres de la Red Europea de Consejos de Justicia, el juez debe «aplicar el derecho, basándose en los hechos de cada asunto en concreto, sin ceder al miedo a desagradar, ni al deseo de agradar a todas las formas del poder, ya sea el ejecutivo, el parlamentario, el político, el jerárquico, el económico, el mediático o el ejercido por la opinión pública». Hemos de velar, pues, por esta independencia de jueces y magistrados en el ejercicio de su función jurisdiccional.
– ¿Qué retos cree que enfrenta actualmente la justicia en España?
– Por razones de elemental prudencia, sólo puedo referirme a la materia que es competencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo: los recursos de casación y demás extraordinarios en materias civil y mercantil entre particulares. Y aquí el gran reto es reducir los tiempos de respuesta. En la actualidad tenemos más de 25.000 asuntos pendientes, con los consiguientes retrasos en las fases de admisión y de resolución. Hay asuntos muy complejos técnicamente y, además, en los últimos años se está produciendo un extraordinario incremento de recursos por la litigación en masa: así, los referidos a cláusulas abusivas en la contratación bancaria, productos financieros, acciones de daños por actos contrarios al derecho de la competencia (por ejemplo, el cártel de los camiones) … El objetivo, pues, es reducir esta pendencia de asuntos y destacar la función casacional del Tribunal Supremo, al complementar el ordenamiento jurídico con la doctrina jurisprudencial que armonice la interpretación y aplicación de las normas.
