Jorge Molina busca banquillo

Por primera vez en su carrera afronta una nueva temporada sin equipo y en busca de acomodo

Para Jorge Molina están siendo semanas diferentes, en los que la familia, el cuidado de sus tres hijos, ocupan el mayor tiempo de los días y el fútbol ha quedado en un segundísimo plano. Hace unos días retomó la vida pública reapareciendo en los prolegómenos del partido Betis-Getafe, los dos clubes que más le recuerdan y donde forjó gran parte de su leyenda como uno de los futbolistas más longevos de la liga española.

Un Benito Villamarín puesto en pie se rindió al alcoyano cuando saltó al césped. En el cuadro que le hizo entrega el presidente del Consejo de Administración, Ángel Haro, acompañado por una leyenda bética, Rafael Gordillo, actualmente presidente de la Fundación del club, se podía ver el número 795, que es la cifra que representa el orden del debut de Jorge Molina como verdiblanco.

Cabe recordar que el alcoyano estuvo vinculado al Betis durante seis campañas, entre 2010 y 2016, en las que jugó un total de 211 partidos con 77 goles anotados. En este homenaje, Jorge Molina estuvo acompañado de su mujer, Aitana, y de sus tres hijos, Mía, que es la mayor, y sus dos mellizos, Dídac y Chloe.

Los cuatro han sido un pilar fundamental en su carrera y también la razón principal para que midiera mucho los pasos a dar cada temporada. Es la explicación por la cual Jorge Molina se mantuvo muchos años en un mismo equipo y rechazara la posibilidad de jugar en una liga extranjera, con un contrato de muchos ceros en su cuenta corriente.

También ha sido la justificación para que ahora mismo siga viviendo en Granada y no en su casa de Alcoy, situada en una urbanización de las afueras de la ciudad. Cuando el que había sido su club en las últimas cuatro temporadas decidió de malas maneras rescindirle el contrato en agosto pasado ya tenía formalizada para este curso la matrícula del colegio de sus tres hijos.

De ahí que la familia Molina-Silvestre haya tenido que aplazar sus planes de instalarse definitivamente en nuestra ciudad y se vea obligado a realizar periódicamente viajes relámpago, como el que tuvo que hacer el pasado fin de semana, para atender un compromiso familiar.

El despido sorpresivo al cual se vio abocado a comienzos de agosto pasado, al menos le dejó una cosa buena, como el propio Jorge Molina reconoce: “He podido disfrutar de un verano en familia después de 30 años”.

Fue su consuelo entonces, pero ha llegado septiembre, y si agosto fue un mes excepcional para él, por primera vez en su longeva carrera futbolística ha empezado una temporada sin equipo.
“Es todo muy extraño, intento no pensar demasiado en ello y centrarme en formarme y estar al día en lo que sucede en el mundo del fútbol”, desvela el alcoyano, que en abril pasado cumplió los 42 años.

Jorge Molina tiene formación como entrenador y como director deportivo. En cualquiera de los dos cargos podría abrir una nueva etapa, pero ahora mismo su prioridad, la cuestión que le quita el sueño, por decirlo de alguna manera, es sentarse en un banquillo.

De momento no tiene prisa, quiere elegir bien y no precipitarse por verse ahora mismo sin destino. “Si hubiera querido ya estaría entrenando, pero no quiero equivocarme, si elijo quiero sentirme totalmente convencido de la decisión”, confiesa.

Ahora mismo no tiene claro el camino a recorrer, si seguir en un cuerpo técnico, como le pasó tras colgar las botas y convertirse en el ayudante de Paco López en el Granada, o por el contrario ir ya por libre, elegir un equipo de ayudantes y tirar adelante. “Las dos opciones están complicadas. Ahora mismo donde siento que más puedo ayudar es en un banquillo como entrenador”, esgrime para a continuación lanzar un ruego: “Para lo que no me siento tan capacitado es seguir la misma trayectoria que tuve como jugador, que no jugué en Primera hasta pasados los 30 años. Tengo claro que quiero probarlo, pero tampoco tengo prisa. Si tengo que esperar, lo haré”, adelantó.

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