La Economía va bien. Indicadores curiosos

La macroeconomía está muy bien. Los precios se contienen, el paro baja, la inversión extranjera se dispara, las grandes multinacionales multiplican sus beneficios con dígitos de dos o tres cifras. Las noticias lo dicen cada día, pero lo cierto es que las consecuencias, los efectos y los resultados sobre las economías domésticas, sobre nuestros bolsillos y neveras no son tan inmediatos.

Todos menos Zapatero auguraban una gran crisis que no percibíamos los plebeyos y currantes. ¡Que viene la crisis! Pero como no se notaba, parecía más bien una de las previsiones del hombre o mujer del tiempo; de esas que dicen que va a nevar fijo a partir de los 600 metros (Alcoi), y luego te resfrías, pero no por la nieve y sí por abrigarte demasiado estando a 16 grados.

Los teóricos de la Economía casi nunca fallan, lo que pasa es que la repercusión sobre la Economía de la casa es como una emisión por satélite: va con retraso.

La crisis financiera y del ladrillo se declaró más o menos por 2007, pero no la notamos en las carnes todos hasta casi 2010. ¿Cómo lo notamos? Con tragedias familiares, pero también con hechos teóricamente espontáneos o sin explicación razonable pero que sí la tenía realmente.

Por ejemplo, los hechos dramáticos fueron los despidos y ERE masivos, miles de familias con todos sus miembros en paro y la migración masiva de nuestros jóvenes hiper-preparados a empresas de Centro-Europa para poder comer.

Pero la crisis se notó en otros aspectos que, ahora, con la distancia del tiempo, se quedan casi en anécdotas. Recuerdo que de repente, comprar un coche era facilísimo. Las casas de segunda mano tenían centenares de vehículos casi nuevos a precios de risa, todos embargados. La lástima era no disponer del dinero para comprarlos.

De otra curiosidad tremenda me percaté comparando la hora de llegada a casa después de disfrutar de unas entradas de Moros y Cristianos de una localidad vecina. En 2008 la entrada acabó a las 2 de la mañana y en 2009, a las 23:30. ¿Por qué? Las filaes habían tenido que recortar sus presupuestos, y cuando en 2008 salían a media banda por escuadra, en 2009 se tuvieron que conformar con media banda por cada tres escuadras. Vamos, que el desfile menguó sensiblemente.

En otra población de la ‘contornà’, la doble verbena situada en ambos lados de la plaza se convirtió en un disco-móvil, y ni siquiera los quintos se atrevieron a poner una barra para sacar unos euritos.

Aún hoy, en 2018, podemos encontrar pisos de 120 metros cuadrados por 60.000 euros, casi regalados por los bancos; esos que nos negaron los créditos que tan alegremente nos embutían para pagar en 40 años.
Hay bonanza, pero como el satélite, va con retraso. Tendremos que estar atentos y contar las bandas de música en las entradas y comprobar si el pánico ha abandonado a los quintos del pueblo. Todo indica que sí, no hay más que anuncios de coches nuevos, vacaciones a Eurodisney y promociones para Marina d’Or. La crisis ha acabado. Ahora bien, si hay alegría, que sea para todos. Los sueldos, queridos empresarios y empresarias, deben hacer justicia al madrugón, el quemazón y el aguante de los trabajadores. La clase obrera, els festers, los jubilados y sus pensiones y los ‘curreles’… como siempre sucede, han sido los que han soportado y mantenido a flote a este país en estos duros años.

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