La esperanza en el desconsuelo

La pérdida de un ser querido es probablemente uno de los momentos de mayor tristeza y desconsuelo que una persona puede experimentar. Un dolor un tanto inexplicable, pero que en mi caso podría describir como si me rompiesen por la mitad poco a poco.

Hace pocas semanas tuve la suerte de realizar un reportaje “necesario”, como lo son los protagonistas del mismo. Se trata del equipo de coordinación de trasplantes del hospital Virgen de los Lirios de Alcoy. Sus nombres propios son Pilar, María Jesús, Andrea y José Ángel.

A través de cada uno de ellos pude conocer más de cerca qué supone un trasplante, todo lo que conlleva, cómo se organiza, qué hace falta, cuantos profesionales sanitarios se movilizan para hacerlo posible, entre otros aspectos.

La de los sanitarios, en general, es una labor casi a venerar, pero el hecho de que, de forma voluntaria, formen parte del equipo de coordinación, me deja prácticamente perpleja.

Ellos son necesarios, como lo son los donantes y sus familias. Y es que, aunque, en base a la ley, todos somos donantes a priori, los familiares deben dar el visto bueno a menos que la persona haya dejado constancia por escrito –con determinados documentos– su voluntad de donar.

Un acto absolutamente altruista que tenemos muy interiorizado y de cuya importancia somos bastante conscientes, de ahí que España esté a la cabeza de las donaciones.

Un acto de esperanza en medio de un desconsuelo absoluto.

Al cumplir los 18 años me hice el carné de donante de órganos y mis seres queridos más cercanos conocen de mi voluntad, porque, por desgracia, nunca sabes qué va a deparar el mañana y mejor dejar la ‘tarea’ dicha y hecha hoy.

Tomé esa decisión por convicción propia, y con los años han entrado a formar parte de mi vida personas que tienen más calidad de vida, y que incluso siguen en ella gracias a los donantes de órganos.

Tengo la sensación de que, a la larga, para esos familiares que han tomado una decisión tan solidaria en un momento tan complicado, es más llevadera la pérdida, precisamente por esa determinación, teniendo un aspecto ‘positivo’ en el que pensar, siendo conscientes de que han podido salvar, alargar o mejorar la vida de otra persona.

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