Las nanas

Desde hace muchos años que suelo veranear en un pequeño pueblo de la comarca en donde el silencio es habitual, no existe contaminación de ningún tipo y la vida campestre me ha enganchado por completo pues es la mejor vacuna para reiniciar una vida repleta de compromisos profesionales y sociales y en algún momento, familiares. El dormir con la ventana abierta en donde el frescor de la noche acaricia y amaina los rigores del verano ha hecho el que me haya deleitado con el dulce sonido de una nana. Una nana, lógicamente dirigida a un bebé o pequeño de la casa vecina, pero que he disfrutado en varias noches y me ha traído recuerdos de mi niñez en donde eran mas que habituales incluso a pleno sol del día. La melodía suave y armoniosa de la nana unida a que la voz de la madre ni siquiera se quiebra y además tampoco desentona, es con toda certeza, el mejor remedio para una salud espiritual del bebé quien ilumina el momento cuando mira a su madre con ojos muy abiertos y cabeza con poco pelo y transforma ese mismo momento en uno de los mas delicados y hermosos que nos puede regalar la vida. Es un canto al amor y a la paz. Un acto que por su dificultad no se puede pintar ni fotografiar con el mensaje que transmite. Y para eso está la escritura, para en mejor o peor medida, dejar patente la perífrasis que encierra la nana. Costumbre que se debe fomentar por lo que conlleva y claro está, no solamente en los pueblos sino en cualquier urbe. Y que además debemos escuchar con gran atención, para volver a aprender de las madres que las cantan todo aquello que encierra la nana. Si tienes un conflicto, es muy posible que al día siguiente de escuchar una nana, aunque sea de la vecina, el conflicto tendrá menor entidad. Si el disgusto es por cuestión personal o familiar, después de la nana saldrá seguramente una razón para olvidarlo. Escuchar sin esperarlo una nana, nos transporta de inmediato al momento irrepetible de la distancia corta entre madre e hijo que no tiene parangón.

Quizás cantar nanas a diario y sobre todo por las noches en los balcones de aquellos que promueven los conflictos, sería el mejor remedio para aplacar los egos y desmanes de los que acaparan las noticias bélicas a las que ya nos han acostumbrado. Aunque poco creo en milagros para estos protagonistas, pues son agresores sin piedad y donde la piedad no habita, no hay remedio. Fomentar las nanas para fomentar humanos con piedad.