Lo anormal de lo normal

Miedo, ese sentimiento tan angustioso que todas las personas hemos sentido en algún momento de nuestra vida. Miedo a lo real, o a lo imaginario, pero al fin y al cabo, un miedo que, en muchas ocasiones nos paraliza, nos frena…

Hace unas semanas, la sociedad alcoyana se quedó absorta ante el crimen de la joven Dori, presuntamente, a manos de su pareja, un suceso que va a estar muy presente en los actos del 25N, Día Internacional de la Violencia contra la Mujer. Y es que, una vez más, hasta que no nos toca de cerca no volvemos a abrir los ojos ante una realidad terrorífica, una realidad que, por desgracia, lleva muchísimos años pasando y que, el papel relegado de la mujer en décadas pasadas hizo que ellas mismas normalizaran unas situaciones que son anormales, cualquier violencia es anormal e incorrecta.

Así lo indican desde ACOVIFA, casos de mujeres de avanzada edad que “no se esperaban que lo que están viviendo tiene nombre y se llama violencia de género”.

El asesinato de Dori ha propiciado un aumento de las consultas por parte de familiares de mujeres que están pasando por esta dura y complicada situación, y es que, a nivel general, las atenciones a víctimas y a sus familiares está aumentando. La cuestión es, si esto se debe únicamente a que se animan más mujeres a denunciar o por que hay más casos, o a una combinación de ambas opciones. Ojalá fuese lo primero.

Conforme pasan los años surgen nuevos métodos de sumisión, de violencia, y como suele pasar, llegamos tarde. Llegamos tarde en educar en la igualdad, en hacer ver que no somos nosotras las que no debemos ‘ir provocando’, o las que tenemos que aprender a defendernos de posibles situaciones complicadas, las que tenemos que ir con cuidado de que no nos pongan algo en la copa o nos pinchen algo cuando salimos a pasarlo bien.

Y es que, la educación sigue siendo la respuesta a muchos asuntos: educar en la igualdad, en el respeto, en la autoestima, en no hacer daño a los demás…en no ver normal algo que es completamente anormal, en no tener que avisar cuando llegas a casa sana y salva.

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