Odio gratuito

Con el paso del tiempo tengo la sensación –cada vez mayor– de que esa humanidad que nos debería hacer únicos y especiales, se va desintegrando por el camino y que la empatía y respeto, tan necesarios en nuestra sociedad, también van desapareciendo poco a poco, dejando el camino libre al odio, al odiar por odiar, al odio gratuito, que a su vez, yo misma odio, véase ahí la paradoja.

Obviamente, y por suerte, esta no es una afirmación global y siempre hay excepciones, pero las particularidades cobran fuerza en un contexto en el que todos deberíamos permanecer unidos. Parece que vivamos enfadados con el mundo, con nuestro entorno y con quienes nos rodean, y que toda esa rabia, que somos incapaces de gestionar, y que tampoco tratamos de encontrar soluciones para ello en la gran mayoría de casos, la pagamos con los demás sin pensar en nada más que en nuestra propia ‘verdad’, y si se me permite, desde nuestro propio egoísmo.

Me pregunto, y en este caso, cuestiono a la sociedad, en si realmente es necesario hacer daño para imponer nuestros ideales, sean cuales sean y del origen que sean.

El colectivo Ponts d’Igualtat ha vuelto a denunciar un acto de odio, en esta ocasión hacia su sede y, parece ser, que el o los responsables han dejado su firma.

Una encuesta realizada por el Ministerio del Interior a fecha de junio de 2021 muestra que el 59’73% de las personas encuestadas tienen la percepción de que los ‘delitos de odio’ han incrementado notablemente en los últimos 5 años. Asimismo, el 49’88% consideran que las medidas que se han adoptado hasta ahora en España para luchar contra los citados delitos son las adecuadas, pero insuficientes.

El caso de Ponts d’Igualtat, por desgracia, se extrapola a otros muchos ámbitos y el odio se da en numerosas ocasiones, contextos e ideologías.

De nuevo, la educación debe primar. Una educación basada en el respeto, porque de ser así, quizá, las diferencias no nos alejarían, y mucho menos, conllevarían hacer algún daño.

Debe de resultar mucho más fácil culpar a los demás, echar balones fuera defendiendo nuestra ‘verdad’ y lo que es peor, creyendo que esta es la absoluta, en lugar de escucharnos y tratar de entendernos. Porque de no ser así, no entiendo lo que está ocurriendo.

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