Pequeñas estrellas

Después de Adán y Eva, los primeros pobladores de África, para tan solo alimentarse, tuvieron que cazar sin causar más daños a la naturaleza. Cuando la caza solo era un rito. Un arte para sobrevivir. Esta raza procedente de aquel continente, parece condenada a lo trágico y lo absurdo. Muchos lo han perdido todo para venir, y pedir la propiedad a la existencia y a su felicidad. Están destinados, a nadar contra corriente para llegar a cualquier orilla, o a que sean ahora ellos mismos cazados mutilando sus derechos junto a nuestra propia valla fronteriza.

Abandonados a sus propios recursos en medio de un laberinto de gente estática. Les quedan fuerzas, aun, para mantener su tímida sonrisa. Sus caras reflejan resignación para desempeñar oficios maltratados y heredados pero en los que son capaces, por su actitud, de ganarse el respeto y la admiración, no solo de sus jefes, sino de sus compañeros, y lo que es más; el de los ciudadanos que atienden con esmerada cortesía. Pese a eso, se siguen oyendo voces escondidas que evitan la presencia de estas personas que solo quieren abrazarse a la vida.

En épocas corsarias recientes, muchos oligarcas occidentales deshumanizados traficaban con gente de su raza para llenar las arcas de algunos terratenientes adornados de linajes reales de toda Europa. No lo olvidemos. Cuando consiguen un trabajo para sobrevivir, tan solo les sirve de escollera ante su propio drama. Esta senegalesa me dejó fotografiar su humildad vestida con dos capas de negro, la de su piel y la de su uniforme, donde luce un galón con un firmamento de tan solo cuatro pequeñas estrellas al que ha podido llegar.

Las que tiene el hotel donde ella trabaja.

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