Poesía para los que todavía creen

Víctor Riaza debuta con ‘La luz del sol en el fondo del mar’, un poemario urbano, íntimo y minucioso

Poesía para los que todavía creen
Víctor Riaza con su poemario en Fundación Mutua Levante, donde lo presentó recientemente. | ALDEMAR

Víctor Riaza sostiene que escribir poesía “no es inspiración, sino horas”. Lo dice con la seguridad de quien sabe que ha trabajado cada sílaba de su reciente primer poemario. Acaba de presentarse ‘La luz del sol en el fondo del mar’, un debut poético que no nació de una fuerza improvisada, sino de un largo trayecto emocional y creativo.

Comenzó a escribir la obra con 19 años, recién mudado a Madrid. Allí empezó a reunir “poemas adolescentes”, como él sonríe al recordarlos. Se trataba de versos primerizos que años después ha decidido reescribir para transformarlos en una obra más madura, pulida, perfeccionada, más que digna de presentar a las editoriales. La apuesta funcionó: Talón de Aquiles creyó en su obra y la ha convertido en una realidad sin que Víctor Riaza tuviera que asumir coste alguno. “Eso ha sido lo más emocionante, saber que apostaban de verdad por mí”, subraya el poeta.

Mientras cursaba los estudios de Filología Hispánica, aunque con un cariño especial por la literatura desde mucho antes de iniciar su formación universitaria, Víctor Riaza se enamoró de la poesía desde la lectura profunda y sosegada, desde el análisis del verso de los poetas clásicos. “Estudiar a los grandes me despertó el interés en escribir”, explica.

Pero ser un ávido lector no basta: “Escribir no es una tarea sencilla. Necesita muchas horas de trabajo que no se pagan”. La literatura pudo más que la duda y así empezó un trabajo de creación que ahora, nunca mejor dicho, ha visto la luz. Una idea inicial, a veces nacida de un chispazo o de un sentimiento desbordante, era la mecha que prendía la llama. Después, oficio, precisión y revisión. Aunque domina el lenguaje cuidado, ha optado por plasmar el poemario con “un vocabulario minucioso pero cotidiano, huyendo de los tópicos poéticos”, con el fin llegar a cualquier lector, incluso a aquellos que nunca se han acercado a la poesía.

El libro se estructura en tres bloques de diez poemas cada uno, numerados, sin títulos, sin jerarquía de intensidad. Un epílogo cierra el viaje emocional que vertebra la obra: enamoramiento, ruptura y reconciliación. Naufragio y rescate. Hundimiento y salida a flote. Oscuridad y luz. La vida y sus contrastes.

El mar actúa como metáfora central de la obra. “En la segunda parte, el yo poético naufraga y busca salvación; en la tercera, el mar es refugio, paz y sosiego”, explica el poeta. El título surgió de ahí, de ese rayo poderoso que desafía la fatalidad y atraviesa el agua para llegar hasta lo más profundo. El título en sí ya es una metáfora que sintetiza el poemario, un símbolo de esperanza, y de supervivencia. Un guiño a los que, pese al naufragio, todavía creen en el rescate.

Esa luz también está en la portada, obra de su pareja, la diseñadora gráfica Carla Abad, que, tras leer la obra, un poemario que en buena medida habla de ella, creó un lienzo sencillo, poderoso, íntimo y simbólico, que se refleja en la cubierta del libro: un bloque azul profundo atravesado por una línea blanca luminosa.

>>Puede leer el reportaje completo en El Nostre del 7 de noviembre. 

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