Rubén Porras, en la élite del arbitraje

Rompe barreras como asistente convirtiéndose en el primer colegiado alcoyano en alcanzar la primera división

Rubén Porras y la ardua tarea de arbitrar
Rubén Porras durante un partido en una imagen de archivo.

Cuando en nuestra ciudad se piensa en Primera División, el primer nombre que a un aficionado al fútbol le viene a la cabeza es el de Jorge Molina, tampoco se olvida de Lucas Torró y los más nostálgicos recuerdan la etapa de José Bordalás o Paco López. Sin embargo, esta temporada tiene otra razón para presumir, que a diferencia de los anteriores vive y entrena aquí.

Hablamos de Rubén Porras, nuevo árbitro asistente de LaLiga Santander, ganador del Trofeo Acevedo con el que el comité nacional de árbitros reconoce al mejor colegiado de la pasada campaña. En lo que llevamos de competición ya ha sido designado en partidos del Real Madrid y del Barça, aunque lo que más ilusión le ha hecho de este debut en la máxima categoría ha sido formar trío arbitral en su estreno con el valenciano Mateu Lahoz, considerado como el mejor colegiado español del momento.

Rubén Porras estará eternamente agradecido a su madre por muchas razones a lo largo de su vida, pero hay una que marcó para siempre su juventud y posterior desarrollo profesional. Fue ella quien le aconsejó que siguiera vinculado con el deporte cuando se fue a estudiar a Alicante. Había jugado en el Modalcoy de los últimos años de su etapa dorada, también se arremangó a entrenar a chavales del Sant Roc, pero la marcha hacia la capital de la provincia supuso cortar con el mundo del deporte, algo que no le hizo demasiado gracia a su progenitora.
Entonces ocurrió algo que lo cambió todo. Sucedió un lunes y el sábado ya estaba dirigiendo su primer partido como colegiado. Fue en la categoría cadete, se acuerda que tuvo que desplazarse hasta Ontinyent y que tenía 17 años. Eran otros tiempos, entonces bastaba con haber jugado al fútbol como único aval, ahora sería inviable y cualquiera que quiera ser árbitro debe pasar por un curso de formación y unas pruebas físicas.

De esa primera vez ha pasado más de media vida. Ahora Rubén Porras tiene 35 años y ya es árbitro asistente de Primera División, a la que ha llegado con un curriculum impresionante sobre sus espaldas, con 8 temporadas en la categoría de plata y 171 partidos. “Fue llegar y engancharme enseguida”, recuerda para sugerir que “me enamoré del arbitraje, así de sencillo”.

SER PROFESIONAL
Fueron tres temporadas dirigiendo en la base y fútbol regional, hasta que con 20, también en Ontinyent y en un partido de Nacional Juvenil, debutó como asistente. Aquello terminó por aclararle aún más las cosas, iniciando una carrera que no parece tener techo. Desde hace un mes, renunció a su ocupación laboral como trabajador de la aseguradora Unión Alcoyana y convertirse en árbitro profesional. “No fue fácil, pero si persigues un sueño, debes asumir ciertos riesgos. A mí no me ha sido sencillo llegar hasta aquí. Detrás hay mucho sacrificio, renunciar a gran cantidad de cosas cuando empiezas, pero el camino ha valido la pena y estoy muy satisfecho de lo conseguido”, resume.

Con 24 años logró dar el salto de Preferente a Tercera, división en la que estuvo dos temporadas, para el año siguiente ascender a Segunda B. En la categoría de bronce solo permaneció un curso, en el siguiente consiguió subir a Segunda A.

Tenía por entonces 27 años. Nadie del colectivo dudaba que su futuro pasaba por la Primera División. “No puedo decir si ha sido mucho o poco tiempo. No depende de ti, hay una serie de informes y puntuaciones que son las que deciden los ascensos y descensos. Hay quienes han subido en el primer año de estar en Segunda y a la temporada siguiente han bajado. Nunca se sabe lo que es mejor. Lo que sí puedo asegurar es que disfruté mucho este ascenso. Fue un año espectacular en lo personal. Creo que llegaron a ser 24 partidos, entre ellos dos de Copa y diez en el VAR. Me designaron para la final del play-off de ascenso, pero al clasificarse el Elche, tuve que quedarme en casa. Fue el año que más partidos me dieron”, destaca.

Con su ascenso, hubo que asignarle equipo arbitral, puesto que el colegiado con el que venía haciendo de asistente, el vasco Aitor Gorostegui, sigue en Segunda. “Me llamó César Soto Grado, que es riojano y me propuso irme con él y Carlos Alcaraz, el otro asistente. Llevo poco tiempo con ellos pero estoy encantado. Me aconsejan, se preocupan por mí y eso ayuda”, confiesa Rubén Porras, quien no debutó en Primera con ellos, lo hizo nada menos que con Mateu Lahoz en la primera jornada de liga, en un Granada-Ath Bilbao. “Para mi fue como un sueño, no me lo creía. Hacía días que lo había visto pitando un partido de Champions. Te acostumbras a verlo por televisión y de repente, estaba con él. Fue algo que no olvidaré. Intenté empaparme de todo lo que decía o hacía”. Después de aquel debut soñado, vino un Madrid-Valladolid, un Getafe-Barça y el pasado domingo estuvo en Zorrilla, en el Valladolid-Ath Bilbao.

En poco más de un mes, ha dirigido a los dos grandes del fútbol español, todo un privilegio que le hace tener otra visión de futbolistas que son auténticos ídolos. “Si tuviera que destacar algo de ellos, es la normalidad y la cordialidad del trato”. Cuando ascendió a Segunda División, recuerda Rubén Porras que el cambio fue significado. Ahora que acaba de aterrizar en la máxima categoría, dice que el escalón aún es mayor. “Recuerdo que mi primer partido en Segunda fue un Rácing-Las Palmas. Me sorprendió a la velocidad que se jugaba. En Primera el salto aún es mayor y encima está la calidad de los futbolistas, los controles. También todo es muy mediático, a todas horas se están repitiendo los resúmenes de los encuentros”.

La preparación de un partido comienza el lunes, nada más conocer las designaciones. Entonces empieza un minucioso proceso que les lleva a desgranar a los dos equipos en todo tipo de situaciones. No solo se mira a los jugadores de manera individual, su comportamiento, su forma de jugar, también se tiene en cuenta a los entrenadores, los sistemas tácticos o la estrategia. “Es un trabajo en equipo que durante la semana realizamos en casa y luego los fines de semanas, cuando nos juntamos, acabamos de analizarlo todo para que cuando saltemos al campo nos veamos sorprendidos lo menos posible y podernos anticipar a la hora de tomar decisiones. Ser un buen asistente es un equilibrio de muchas cosas, desde la parte física, conocimiento de las reglas de juego y la experiencia, todo ese bagaje que te da muchos años de ver partidos y jugadas”.

El VAR
Es inevitable no abordar dos realidades que están marcando el fútbol de élite de la denominada nueva realidad. Rubén Porras es directo y no se esconde a la hora de decir que prefiere los campos con público, pese a que su labor siempre se encuentre en la diana de los aficionados. “Que haya público te hace estar en permanente tensión y concentrado, que no bajes ni un segundo la guardia. Cualquier despiste que puedas tener supone que se te vaya una jugada”.

Como tampoco rehuye el debate sobre la aplicación del VAR, que tanta polvareda ha levantado desde su implantación. “Soy partidario de su aplicación, pienso que ha contribuido a aumentar el acierto arbitral. Si ya de por sí era muy elevado, creo que estaba en torno al 95%, con el VAR estamos en el 99,18%. Se han terminado los errores claros. El fútbol no es perfecto como tampoco lo son los jugadores y los árbitros. Prefiero su aplicación aunque ello suponga que mi nota personal sea peor en ese partido”, aclara el alcoyano, quien comenta que tras este ascenso su popularidad en la ciudad se ha visto multiplicada como nunca se esperaba. “Antes alguien venía a decirte algo porque te conocía, ahora hasta en el supermercado y con mascarilla me han llegado a parar para comentarme alguna jugada o porque me han visto en algún partido por televisión”.

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