Toque de queda a la precaución

Todo empezó con un mensaje de Wathsapp un tanto irónico, aunque no voy a ocultar que había un poco de miedo detrás de él: “Mamá, nos van a encerrar como en la guerra”
Ocho meses después del decreto de estado de alarma nacional, el segundo en toda la historia de la democracia, volvemos a empezar.
Pero esta vez lo hacemos con la certeza de saber qué es lo que pasa cuando se toma esta decisión, por qué se toma, y cuál es la situación que ha llevado a nuestro Ejecutivo a alcanzar tal extremo.
Cada vez que enciendo la tele o la radio, con bastante frecuencia por lo que me conviene para mi futuro profesional, me sigo llenando de preguntas que no acabo de responder, ni de comprender. ¿Por qué otra vez? ¿Qué estamos haciendo mal?
Crecen los contagios, se llenan las camas de UCIs, se empiezan a colapsar los servicios de urgencias, suben los rebrotes, ¿qué estamos haciendo?
No podemos seguir haciendo vida normal con mascarilla. No, ya no se trata de ello. Quizás la solución está en que debemos ralentizar de nuevo nuestro ritmo de vida. Dejar de hacer ciertas cosas costumbristas que estaban volviendo a llenar nuestros días. Y con mascarilla siempre, sin lugar a dudas.
Me da pena ver que volvemos a empezar, no quiero que mi mentalidad vuelva a la de marzo, pero no nos queda otra.
No está siendo un año fácil, pero, al fin y al cabo, es eso, un año. Un año al lado de toda nuestra existencia. Y con esto, no quisiera mostrar ningún ápice de indiferencia por mi parte hacia el tiempo que tenemos. De hecho, desde que empezó la pandemia lo valoro cada vez más.
Pero si lo vemos desde fuera, con perspectiva, igual la solución reside en poner en stand-by nuestras vidas durante un tiempo, algo más que los dos meses pasados de confinamiento. No creo que, por ello, nuestra vida deje de tener sentido, confío en que es algo mucho más grande que una rutina.
Volvemos a empezar, pero somos nosotros quienes escribimos la historia. No dejemos que tenga el mismo final.

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