Trabajar en equipo

Tengo que reconocer que siempre me ha dado reparo el dirigir de forma individual, ya que siendo conocedor de mis propias carencias en diferentes campos he preferido rodearme de colaboradores con experiencia en las facetas que he tenido que desenvolverme a lo largo de las diferentes etapas de mi vida. Siempre he pensado que el trabajo en equipo es fundamental, pues aunque somos seres individuales, difícilmente podríamos sobrevivir y crear grandes cosas solos y es evidente por ello, que necesitamos de los demás para dar lo mejor de nosotros mismos a la entidad o club al que servimos. Entiendo que trabajar en equipo no quiere decir desentenderse de las propias obligaciones como responsable de la entidad o que las mismas, las delegues en tus colaboradores, todo lo contrario pues si antes de tomar decisiones que sabes que van a ser transcendentes para amplios colectivos, las expones ante tus asesores o compañeros de junta, que son conocedores de las materias expuestas, siempre serán las decisiones mucho más colegiadas, acertadas y justas que si las tomas tú solo, puesto que: «dos personas pueden saber más que una y si son varias, estas, pueden ser muchísimo más acertadas».

Por otra parte, nunca he podido entender como hay gente que nace con el don especial, de no necesitar de colaboradores, y si los tienen, solo los utilizan como aduladores, palmeros o señuelo para justificar ante la opinión pública que no están solos, es entonces, cuando este tipo de dirigentes se pueden convertir en reyezuelos camuflados en un halo de divinidad. Cuando las cosas van bien la gente suele mirar para otro lado, pero cuando las circunstancias cambian a peor, las masas se sublevan pidiendo dimisiones o algo más grave, descolgándose de la entidad porque ya no la consideran como propia. Cuando se trabaja con el manual del “Yo” –frases como “yo he pensado, yo he hecho…”– y no utilizando el plural del trabajo en equipo, se puede caer en la tentación de convertirte en algo parecido a el rey Luis XIV de Francia, llamado «el Rey Sol» que fue un déspota absolutista. Uno puede llegar a creerse que la entidad es de su propiedad y que la puede manejar como le plazca, como, sin el deber ni la obligación de rendir cuentas a nadie, solo ante Dios y la historia.

¿Quiénes son los responsables de que existan este tipo de dirigentes egocéntricos que de todos son conocidos y los referentes pudieran ser, el fallecido Jesús Gil, Manuel Ruiz de Lopera y en segunda B, podía ser Alfonso Rus y podríamos poner un sinfín de ejemplos más? A mi entender, los responsables serían quienes los eligen, los palmean o los mantienen en el cargo, quienes teniendo la posibilidad de cesarlos, no lo hacen por comodidad o cobardía de dar un paso al frente y asumir la responsabilidad de coger las riendas de la entidad, es mucho más cómodo continuar con un tonto útil al frente de la entidad, aunque esta perezca de desnutrición afectiva de los aficionados. Por suerte para la opinión pública, existen los medios de comunicación –radio y prensa escrita– que intentan hacer su trabajo de información lo mejor que pueden, aunque a veces esta, pueda verse limitada, condicionada o silenciada, por circunstancias varias que darán para otro artículo. También contamos con algo fundamental en la sociedad de la transparencia, como son las RRSS. En este espacio abierto, las noticias vuelan y es difícil que el tipo de dirigentes/dictadores se perpetúen en el cargo por mucho que pretendan silenciar a las aficiones y a la prensa, o se aferren al cargo contando batallitas del pasado. Aquí la opinión de los aficionados posee un gran poder que podría fulminar con argumentos razonados al dirigente de turno. Por todo esto, hay dirigentes que viajan por el camino de la indiferencia colectiva, viven en el “software” cultural del ego, la escasez de ideas, la extravagancia, el victimismo mal entendido y la insensatez. Unirse y compartir con gente anodina es unirse a gente tóxica, sin darte cuenta de que el aire viciado entra por tus poros y te enferma, por lo tanto, hay que huir de estos, como de la peste. En ocasiones es bueno que un dirigente se vaya para que sobreviva la entidad, pero nunca que un club o institución caiga en la mediocridad para que sobreviva el dirigente.

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