Un regalo para el comercio
“Ja venen per la Mariola”. Cuando llegan las primeras luces y la ciudad proclama de nuevo su identidad como ‘Alcoi, Ciutat del Nadal’, el Mercat de Nadal abre sus puertas en La Glorieta. Con alrededor de 40 expositores, actividades para niños, música, talleres, dulces locales, decoración o artesanía, el mercado revive la ilusión, el encuentro y la idea de un consumo más cercano y de proximidad.
El centro se ilumina de nuevo —esta campaña con unos 300 puntos decorativos—, y el acto de encendido marca el pistoletazo de salida a una Navidad donde vecinos y visitantes pasean bajo la enramada característica del Nadal Alcoià, con su árbol monumental en la Plaça d’Espanya, sus luces modernistas y la promesa de un ambiente especial y entrañable.
Y es bonito, conmovedor; es parte de nuestra identidad como pueblo. Pero conviene preguntarse: ¿quién se beneficia de ese brillo si muchas tiendas del casco histórico siguen con las persianas bajadas el resto del año? ¿El Mercat de Nadal y la Navidad reviven el centro o lo disfrazan de fiesta pasajera?
La realidad del comercio local en Alcoy —como en muchas ciudades pequeñas y medianas— arrastra una tendencia mayor: desindustrialización del detalle, competencia global, cambios de hábitos, compras online y una interminable lista de contras que desaniman a cualquiera. El Mercado navideño atrae, sí, pero por sí solo no sostiene negocios. Un fin de semana puede servir para ver movimiento, pero no garantiza clientela permanente. Si el comercio solo vive de la Navidad, no sobrevivirá más allá de las luces.
Porque el consumo en La Glorieta, bajo el paraguas del Nadal, tiene rostro festivo, transitorio, mediático. Pero el comercio local pide constancia: clientes habituales, confianza, cercanía y comunidad. Pedir un abanico de puestos y atractivos navideños no puede ser excusa para olvidar la necesidad de políticas estructurales: apoyos reales, dinamización continua, regulación del alquiler, incentivos para que el comercio sea vivible todo el año.
El Nadal Alcoià tiene valor como tradición, como espectáculo colectivo, como patrimonio intangible. Pero debe ser también una oportunidad real. Una ocasión para que quienes deciden en el Ayuntamiento reflexionen si su apuesta por la iluminación y el mercado se acompaña de un compromiso por la habitabilidad urbana, por el comercio de proximidad, por quienes mantienen viva la ciudad cuando las luces se apagan.
Alcoy no necesita ser un decorado navideño; necesita ser ciudad viva. Necesita tiendas abiertas en noviembre, cafeterías con clientes en marzo, librerías con pasos en julio, panaderías con colas en septiembre. Y para eso el Mercado —y la magia del Nadal— puede servir de revulsivo, pero no como parche.
Ojalá el calor de estas semanas no oscurezca el frío invierno que muchas tiendas ya viven. Que el enfoque navideño no sea solo escaparate, sino empuje. Que el Nadal Alcoià no se quede en espectáculo: que sea semilla. Y que la ciudad no se despierte cada enero con nostalgia de lo que fue, sino con la certeza de que, tras las luces, sigue latiendo vida real.
JORDI PASCUAL. Periodista