Un Sant Jordiet de raíces festeras profundas y mirada internacional

Su bisabuelo Enrique Vilaplana fue capitán en 1972, su abuelo Rafael Vilaplana en 2014 y su abuela Aitana Martín hizo el cartel en 2009

Un Sant Jordiet de raíces festeras profundas y mirada internacional
Mateo Vilaplana Blaak, fotografiado durante la última Entrada mora. SOLROCA

A Mateo Vilaplana Blaak le tocó vivir uno de los momentos más emocionantes de su vida en diferido y por streaming. La familia, reunida frente a una pantalla en Londres, aguardaba el veredicto del sorteo como si se tratara de una final del Mundial de fútbol. Y no es para menos: para Mateo, de ocho años, era la última oportunidad de convertirse en Sant Jordiet. Cuando la suerte cayó de su lado, la alegría desbordó la casa. “Fue como si hubiésemos marcado un gol en el último minuto”, recuerda Rafa Vilaplana Martín, su padre.

La noticia les llegó el jueves por la noche, durante la asamblea de la Associació de Sant Jordi, y en apenas unas horas ya estaban comprando los billetes de avión. No podían faltar al estreno oficial: la misa del domingo por la mañana y la procesión del Corpus Christi por la tarde, donde Mateo, aún con algo de jet lag, debutó como el nuevo Sant Jordiet 2026.

Solo pudieron viajar padre e hijo –a quienes, por cierto, les dio tiempo a asistir a la presentación de la heráldica del capitán de la filà Andaluces, el sábado por la noche–, ya que el curso escolar no ha terminado aún en Londres y no era fácil cuadrarlo todo. Marie Blaak, madre de Mateo y de origen holandés, y la pequeña Olivia se quedaron en casa.

Tradición familiar
Viven en la capital británica desde hace más de 15 años, pero las raíces alcoyanas de los Vilaplana siguen bien ancladas. Mateo, aunque nacido en Londres, fue bautizado en Alcoy y forma parte de la filà Llana desde que vino al mundo. La tradición familiar lo precede: su bisabuelo Enrique fue capitán moro en 1972; su abuelo Rafael lo fue en 2014. Y la abuela Aitana puso su arte al servicio de la ciudad al diseñar el cartel de Fiestas en 2009.

Por eso no sorprende que, a pesar de los kilómetros, la Festa de Sant Jordi sea un pilar en su vida familiar. Nunca faltan a las Entradas, ni a Reyes. Pasan las navidades en Holanda, pero el 5 de enero los encuentra en Alcoy, viendo la Cabalgata. Y, por supuesto, Mateo ya se ha tragado decenas de luchas moras y cristianas, siempre al lado del abuelo, al que idolatra. “Es lo que más le gusta de todo”, confiesa su padre.

Este año será diferente. El niño que a diario se mueve entre tres idiomas —español, inglés y neerlandés— y que estudia en un colegio español en Londres, será el protagonista de unas Fiestas que llevan su nombre. Ya se prepara para el momento más esperado: lanzar las flechas desde el castillo en la Aparición. “Es lo que más ilusión me hace”, dice con entusiasmo.

Mateo compagina esta nueva responsabilidad con sus clases, el fútbol (es hincha del Real Madrid y del Liverpool) y la natación. Su familia se organiza ya para el año que tienen por delante. La emoción sigue viva, pero también empieza a imponerse la logística: viajes, ensayos, actos. “Estamos un poco nerviosos, pero felices”, admite su padre. “Vamos a intentar vivirlo con la misma ilusión con la que Mateo ve las Fiestas desde que era pequeño”.

Este Sant Jordiet tiene nombre internacional, pero corazón alcoyano.

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