Valencia, ¡qué lejos!

No tengo ninguna duda de la eficacia de un estado descentralizado frente a uno centralista. El federalismo siempre será más útil para el ciudadano que el poderoso estado controlador. Pero siempre, claro, que se utilice con sentido común y “trellat”. Lo que no puede ser es que la descentralización apenas se note y se proyecte como la mejor fórmula de clientelismo político para multiplicar los sueldos de quienes llegan al poder. Y viene esta obviedad a cuento de que esta semana hemos vivido lo lejos que está Valencia como capital autonómica. Muy lejos.

El colectivo educativo del instituto Andreu Sempere amenazó con recurrir a las movilizaciones en la calle para protestar por la paralización del proceso de realización de un proyecto de renovación y modernización de sus instalaciones, que quedó desierto en enero, después de muchos años de espera. Han necesitado diez meses para aclararse con la Conselleria d’Educació. Y el gobierno municipal, afín políticamente al primer partido político del gobierno autonómico, ha necesitado tres meses para que les hagan caso y les reciban. Un poco lentos. Y cuando se celebra la reunión se dan todo tipo de explicaciones pero sin que nadie se atreva a hablar de plazos, fechas y calendarios. ¡Valencia está muy lejos!

UN TREN QUE ALEJA MÁS QUE ACERCA
El viaje en tren a Valencia, con transbordo en Xàtiva, pone de manifiesto lo lejos que está Valencia. Mucho más que Madrid. Y así se lo recordaron en la Fira de Cocentaina al presidente Puig los miembros de la incansable Plataforma en Defensa del Tren, que llevan décadas recopilando recortes de prensa, con promesas definitivas, suficientes para empapelar un tren o dos.

La performance sonora que montaron resultó uno de los mejores momentos creativos de la feria de Cocentaina, junto al espectáculo nocturno de los drones y el despliegue de playmobiles recreando la propia fira.

Parece un contrasentido tener un tren que en lugar de acercarnos a Valencia nos aleja y que se muestre tan torpe el gobierno en promocionar y potenciar un servicio en el que aseguran que se van a gastar 150 millones de euros.

Es bueno, muy bueno, que hablemos de una futura conexión ferroviaria entre Alcoy y Alicante. Estupendo. Pero sería buenísimo que gastáramos, al menos, las mismas energías en relanzar y defender un tren que nos acerque a Valencia, como las que se gastan en el de Alicante. El ingeniero y arquitecto alcoyano Santiago Pastor comentaba recientemente las enormes dificultades para conseguir una salida racional de la estación del tren de Alcoy en dirección a Alicante, mientras no dispongamos de un tren volador.

HAY ALGO MÁS LENTO QUE EL TREN: EL NUEVO PGOU
Otra distancia entre Alcoy y Valencia la tenemos en la operación para aprobar el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en su nueva denominación. Lleva tantos años dando vueltas por los despachos que ha cambiado de nombre varias veces. Contaba recientemente Lirios García, concejala del PP, que siguen existiendo seis informes negativos en las consellerías que imposibilitan el último trámite del PGOU. Y así llevamos más de dos años, pero Valencia está tan lejos que no hay manera de sentarse a resolver el problema.

El PGOU actual está vigente desde el 20 de julio de 1989 y a los diez años se entendió que había que renovarlo y actualizarlo, iniciando el proceso el alcalde Josep Sanus. Han transcurrido 33 años y cuatro alcaldes, todos los que hemos tenido en democracia, intentando aprobar un nuevo Plan. Podríamos decir que en nuestro universo hay algo más lento que el tren y no es el ascensor del CADA, sino la revisión del PGOU.

EL CONSELLER CLIMENT, UN TREN DE CERCANÍAS
Lo más cerca que Valencia tiene en estas comarcas es la conselleria de Rafa Climent, exalcalde de Muro, con la directora del IVACE, Julia Company, de locomotora. Son el tren de cercanías con Valencia y nadie puede ser ajeno a lo que están representando en cuanto a inversiones y proyectos, no todos recibidos con banda de música en la estación porque mover diferentes estamentos sociales y económicos no resulta fácil. Todos andan esperando los duros a cuatro pesetas.

La modernidad, el acercamiento hacia el futuro nos están llegando más desde el tren de cercanías del ferrocarril de la conselleria de Economía que desde otros organismos aparentemente más ruidosos pero menos eficaces. El tacita a tacita les funciona bien, al margen del nuevo AITEX que funciona solo. Por cierto se cuenta que andan muy bien encauzadas las gestiones para conseguir que los Reyes de España, Felipe y Letizia, sean quienes inauguren el espectacular edificio que albergará al que ya es el mejor instituto tecnológico textil de España.

LA BÚSQUEDA DONDE RECARGAR EL BONOBÚS
Hubo un tiempo en que recargar la tarjeta del bonobús urbano era tan sencillo como acceder a una papelería o a un estanco. Pero como en el tren, también aquí todo se fue alejando. Los aparatos, cuando se estropeaban, no se renovaban, los problemas se amontonaban y los puntos de recarga comenzaron a desaparecer. Papeleros y estanqueros protestaron, pero era como clamar en el desierto. Y la recarga del bonobús comenzó a convertirse en una gimkana. Algunos establecimientos mantienen en su escaparate el cartel de “no funciona la recarga del bonobús” y cuando preguntas se desahogan.

Ya es indignante que no todas las paradas tengan paneles informativos, que el tiempo de espera sea como mínimo de 20 minutos, pero que hasta conseguir recargar un bonobús sea un problema comienza a hacernos sospechar que de lo que se trata es de que no gastemos el autobús ni el tren. Debe de estar detrás el mismo malvado cerebro de Joker, empeñado en mantenernos siempre lejos.

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