Vayamos al teatro

Alfred Hitchcock decía que cine es una sala vacía que hay que llenar, lo mismo pensarían del teatro Esquilo, Aristófanes, Lope de Vega, Shakespeare, Molière y, consumada la amortización de Mendizábal –1836–, los que convirtieron el refectorio del convento de los agustinos en el Teatro Principal, nuestro primer auténtico teatro, propiedad del Ayuntamiento, inaugurado en 1838.

Durante bastantes años tuvo una compañía titular de zarzuela, como publicitaba el “Almanaque de 1870 Correo de Teatros”, editado en Barcelona, con lo curioso de que en su pág. 183, hablándonos del Teatro Alcoy, como en principio se conocía, cifra su aforo en “600 personas”, y en la pág. 186 dice para “800 entradas”. En el Principal se representaron zarzuelas, óperas, comedias y acogió juegos florales y homenajes, tal el ofrecido al compositor José Espí Ulrich, el 24 de marzo de 1897, en la noche del estreno de su ópera “Aurora”, tras el cual el público con antorchas acompañó al maestro, autoridades y concurrencia hasta el Círculo Industrial, donde tuvo lugar una cena de gala. Eran años de esplendor, Alcoy estaba entre las veinte principales ciudades de España, y este teatro era una joya. En anterior artículo recordé que en el Principal se visionaron en 1896 las primeras películas, pero su objetivo eran las obras de teatro, hasta que después de la incivil guerra su arrendatario Teodoro Arsís, con la empresa IVARCA, lo dedicaron únicamente al cine.

En el s. XX, muy pronto en Alcoy se construyeron dos magníficos teatros, dándose la coincidencia que los dos fueron realizados por unas sociedades cuyo principal objeto era el socorrer y asegurar contingencias y eventuales riesgos de las clases trabajadoras. El Círculo Católico de Obreros, fundado en 1872 –primer círculo católico de España–, en la entonces plaza San Agustín, en el solar de lo que fue la casa D’Escals, construyó un edificio del que dedicó parte de la planta baja y del primer sótano a un suntuoso teatro, “El Calderón”, que inauguró el 4 de diciembre de 1902, con la magnífica zarzuela “La Tempestad”, de Ruperto Chapí. Y sólo nueve meses después, el 4 de septiembre de 1903, la sociedad El Trabajo abrió su teatro “Circo”, con las zarzuelas “Carceleras” y “El Puñao de Rosas”, ambas también del maestro Chapí.

Los dos teatros ofrecían toda clase de espectáculos, mas en la etapa de IVARCA, a pesar de la adaptación para cine, las mejores compañías de teatro pasaban por sus escenarios. Entonces existían muchas compañías privadas, regidas por algún promotor o por un destacado actor, las que todos los años recorrían España, “sin subvenciones”, gracias a lo cual aquí antes de la guerra actuaron Margarita Xirgú, Borrás, Emilio Thuiller, Fernando Díaz de Mendoza, Ricardo Calvo, etc., después puedo afirmar haber visto a Alejandro Ullóa, Marcos Redondo, Luis Prendes, Enrique Guitart, Guillermo Marín, Mari Carrillo, Ismael Merlo, Nuria Espert, Amelia de la Torre, Enrique Diosdado, Fernando Guillén, Juanjo Menéndez, Paco Martínez Soria, Juanito Navarro y las mejores revistas, el musical español, entre estas, nada menos que los fantásticos espectáculos de “Los Vieneses” –Artur Kaps y Franz Joham–. Los teatros se llenaban, y los días que se representaban revistas, si te descuidabas te quedabas sin entradas.

Calderón y Circo, dos teatros del patrón italiano, en los años 80/90 del pasado siglo en lugar de rehabilitarlos, devolverles su esplendor y la sencillez de su lujo, como se hizo en tantísimos teatros de toda España, se decidió convertir el Calderón en un teatro moderno, que no ha quedado mal, pero ha perdido la elegancia, la pátina de nobleza de sus plateas y palcos, que tantos otros conservan. En cuanto al Teatro Circo la inapelable determinación fue derribarlo, aduciendo su mal estado y el peligro que ofrecía la barrancada en la que lindaba, y en su lugar han construido un grupo de viviendas que pesa cinco veces más que aquel entrañable teatro. Total nos quedamos sin el mejor y más cómodo teatro que tenía Alcoy, aunque, desde luego, alguien sabrá por qué.

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