La magia de la Copa

Creía que lo había visto todo con el Alcoyano pero después de lo vivido el miércoles me equivoqué. He disfrutado den directo de tres ascensos –uno a Segunda A y dos a Segunda B–, he sufrido con dos descensos a Tercera, he visto empatar al Deportivo en el Nou Camp, jugar al Alcoyano en escenarios como el Bernabéu, nuevo San Mamés, Mestalla, los desaparecidos Vicente Calderón y Sarriá o en ciudades tan lejanas como Ceuta o Marbella, sin olvidar el ‘pasito por el infierno’ de la Tercera de antes en campos como el del San Marcelino, Torrent, Vall d’Uixó, el antiguo del Villarreal o Torrellano, donde el equipo encajó siete goles con Jorge Molina como titular. Eliminatorias ochenteras tan intensas como las del Ath. Bilbao o Cádiz y la del Oviedo, con aquel gol de Ribera desde el centro del campo. Más cerca en el tiempo aparece el pase a la siguiente ronda tras una exhibición del Deportivo que le hizo cuatro goles al Mallorca de Cúper o la eliminatoria contra el At. Madrid del ‘Niño’ Torres con aquella ocasión de Barselleta y el Collao a reventar, con gradas supletorias incluidas. Las listas de recuerdos podría ser interminable, no solo de partidos, también de momentos, de jugadas o de jugadores. Me siento un privilegiado en ese sentido, de saber que mi querida profesión, tan denostada en estos tiempos de pandemia, me ha llevado a poder contar en primer línea de fuego todas estas vivencias que forman parte del recuerdo colectivo. Sin embargo, como decía al principio, creía que lo había vivido todo con el Alcoyano, pero siempre queda un casi. Lo sucedido el miércoles hacia la medianoche, sobrepasando la hora del toque de queda, será difícil de olvidar. En lo profesional por la repercusión del momento, el instantáneo impacto mediático que tuvo la eliminatoria, trabajar a caballo de dos mundos, el de la prensa local, incrustado como si de un sandwich se tratara, ejerciendo de Checkpoint Charlie entre la SER y la COPE, o lo que es lo mismo, en medio de dos auténticos cracks de las ondas como son Antonio Romero y Manolo Lama. Una experiencia irrepetible y de la que me siento muy orgulloso de haber disfrutado. Pese al enorme cabreo que se llevaron por la mala imagen del Madrid, se fueron dando gracias a Alcoy y al Alcoyano, un gesto que les honra como profesionales y como personas. Si profesionalmente fue una experiencia única, también deportiva y emocionalmente, porque aunque uno pueda terminar presumiendo de estar vacunado después de tantos años, también su corazoncito latió de manera distinta la noche del miércoles. Deportivamente, fue el guion soñado. Si en la víspera, Mourad aseguró que le gustaría que el partido se decidiese en el minuto 90 y a poder ser, “con un gol mío”. No acabó cumpliéndose su deseo, pero casi. La eliminatoria terminó decidiéndose en la prórroga y esta vez no marcó como sucedió contra el Huesca, encarrilando con su gol el partido, pero participó prolongando el balón de cabeza al segundo palo donde apareció José Solbes para igualar la eliminatoria a diez minutos del tiempo reglamentario. Lo que sí se dio fue el famoso interrogante que planteó Vicente Parras en la previa, cuando se le preguntó sobre si veía a su equipo capaz de eliminar al Real Madrid, soltando un “sabemos que no, pero y si sí”. Pues acabó dándose un sí rotundo. Pero como toda película de intriga, su trama guarda historias conmovedoras, que hacen aún más grande este histórico triunfo. Historias como las de José Juan, un gallego que se enamoró de una manchega, montó en Albacete una tienda de gourmet que luego cerró y ha terminado afincándose en Elche. El ‘abuelo’ de esta Copa del Rey, fue el héroe de la eliminatoria a sus 41 años y estos días se lo ‘rifan’ los medios de comunicación de media España. Historias como las de Juanan, el ‘pichchi’ blanquiazul pese a no ser delantero, un ‘jornalero’ del fútbol modesto, nacido en L’Olleria, ídolo en El Clariano y que vio como le tocó bajar al barro en Ontinyent con impagos y la desaparición del club hace hace año y medio. No son las únicas, la Copa es una competición propicia para que aflore la otra cara de este deporte, la más humana. Si hace diez días un canterano como Jorge Moltó fue el héroe inesperado al anotar el gol que eliminaba al Huesca, todo un Primera División, la eliminatoria contra el Real Madrid ha vuelto a poner en órbita a jugadores que se creían desaparecidos, como Diakité, que no tiene demasiado seguro seguir en el Alcoyano más allá de este mes, o especialmente Juli, el capitán de esta nave, el jugador llamado a liderar este grupo por rango y también por estatus económico, que llevaba casi dos meses desaparecido por una lesión muscular. Su impacto en el partido fue brutal, participando en la elaboración de los dos goles. Es la magia de la Copa, tan denostada por los grandes y tan esperada por los equipos pequeños. Solo faltó un pequeño detalle para que el Deportivo escribiera el miércoles el guion perfecto, el de un superventas, la ausencia de público. Con el Collao a reventar todo hubiera sido superlativo.

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