Lo pequeño, suele ser hermoso

Un cúmulo de imágenes actuales o ya lejanas se asocia para hacerte reflexionar sobre algunos de los hechos que te envuelven.

Un cartel con un pez grande intentando comerse al pez pequeño, o un grupo de pequeños peces haciendo correr al pez grande. ¿Quién dijo que lo pequeño es insignificante? Lo pequeño suele ser bonito, gracioso, a veces delicado y la mayor de las veces encantador.

Y recordando un poco el revoloteo que se ha armado porque los vascos querían prestar su parlamento a los kurdos se asocia también a lo pequeño, a lo nacional, y directamente al concepto básico de todo elemento: La identidad.

Las grandes ideologías surgidas del siglo XIX, han sido internacionalista y han abrigado en su seno conceptos de globalización. La justicia y la libertad no pueden limitarse a unos cuantos, son conceptos de todos para todos. Y un estudio de los logros del internacionalismo sobrepasaría los límites de este modesto artículo, que por supuesto también está en el ánimo de todos. La idea de lo nacional era en aquellas fechas(hasta la transición), un sinónimo de conservador. Los “sans culotte” enarbolando la insignia de libertad, fraternidad e igualdad rompieron las cadenas y las estrecheces de los nacionalismos que entonces los constreñían.

El comunismo primero (Stalin a la cabeza, desplazando poblaciones enteras hacia la gélida Siberia), y el capitalismo después globalizando la política y la economía, han arrasado toda identidad, devorando etnias pequeñas, pueblos y razas diversas.

Daimon en su libro “Subida y bajada del último chimpanze”, (traducción libre). Nos dice además de otros espeluznantes datos, que en Tasmania, isla de Australia, cuando llegaron los ingleses contaba con una población de unos 5.000 individuos. La última sobreviviente Truganini deseaba ser enterrada en el mar, ya que su antecesor, al morir había sido desenterrado por los científicos para estudiarlo y tener un trofeo de una raza a extinguir. El grupo de científicos se repartieron el cuerpo de Lanner e incluso el doctor Strokell se confeccionó una petaca con su piel. Habían bastado poco más de trescientos años para terminar con los aborígenes de Tasmanía. Truganini murió en 1876, contra su voluntad quedó expuesta en un museo hasta l947 y no pudo descansar en el mar hasta l976, o sea cíen años después de su muerte.

El doctor E, Moran nos cita en su libro “La Ecología Humana de los pueblos de la Amazonia”, que desde 1900 a 1957 desaparecieron en esa área 87 etnias. Algo de que horrorizarse.

Esta pequeña reflexión me hace pensar en lo importante que es salvar lo pequeño, no para que se imponga, ni tan solo porque es lindo, sino porque tiene derecho a ser y porque nadie, grande o pequeño puede admitir una agresión a su identidad. Y el reto: armonizar lo pequeño con lo grande.

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