Los virus compañeros del hombre

Después del hambre, el segundo gran enemigo de la humanidad, fueron, y son, los virus y las enfermedades contagiosas. Está claro que en un principio del homo sapiens, por ser tan escasa la población mundial y a su vez trashumante –cazadores y recolectores—y además, escasos de vestigios, poco sabemos de su incidencia.
Con forme la población mundial fue aumentando, dejando de ser nómada, y asentándose en grupos, los virus se transmitieron con facilidad.
Las ciudades fueron configurándose, bulliciosas y conectadas por un torrente incesante de mercaderes, de funcionarios, de ejércitos y peregrinos, constituyendo a la vez los cimientos de la civilización humana y, un caldo de cultivo ideal para los patógenos.
En el año 165 dC. una epidemia de viruela asoló el Imperio Romano. En el 542 dC. La peste bubónica, procedente de Asia, diezmó Europa.
El más famoso de estos brotes epidémicos, la llamada Peste Negra, se inició en la década de 1330 en algún lugar de Asia oriental o central, cuando la bacteria Yersinia pestis, que habitaba en las pulgas, empezó a infectar a los humanos. Desde allí, montada en un ejército de ratas y pulgas, la peste se extendió por toda Asia, Europa y norte de África. Tardó menos de veinte años en alcanzar el Atlántico. Murieron entre 100 y 200 millones de personas, más de la cuarta parte de la población de Eurasia.
Las autoridades se vieron impotentes ante la calamidad. No tenían ni idea de cómo contener la pandemia y mucho menos de curarla. No sospechaban la existencia de bacterias ni virus. No podían imaginar que una minúscula pulga o una simple gota de agua pudieran contener todo un ejército de mortíferos depredadores.
La Peste Negra del siglo XIV no fue un acontecimiento excepcional, ni siquiera la peor peste de la historia. Epidemias más desastrosas asolaron América, Australia y las islas del Pacífico después de la llegada de los primeros europeos. Sin que exploradores o colonos lo supieran, llevaban consigo enfermedades infecciosas comunes en Europa, pero que los nativos de estas tierras no estaban inmunizados. En consecuencia en menos de diez años las poblaciones locales disminuyeron del 50 hasta el 90 % en unos u otros lugares.
En marzo de 1520 una flotilla española partió de la isla de Cuba con dirección a Méjico con 900 soldados y quince esclavos africanos. Uno de estos últimos, Francisco de Eguía, transportaba en su persona un cargamento letal: el virus de la viruela. Él no lo sabía, pero a los pocos días de su estancia la viruela se manifestó. Lo trasladaron a casa de una familia indígena en Cempollan. Diez días después Cempollan se convirtió en un cementerio. A medida que una ciudad tras otra sucumbía a la enfermedad, nuevas oleadas de aterrorizados refugiados llevaron la epidemia a toda Centro América. Cuando llegó la flotilla española Méjico tenía 22 millones de personas, en diciembre del mismo año únicamente 14 millones seguían vivos. La viruela fue la primera pandemia, le siguieron oleadas mortíferas de gripe, sarampión y otras enfermedades infecciosas azotaron Mejico, hasta que en 1580 su población se había reducido a dos millones.
Lo mismo ocurrió con los colonizadores de otras nacionalidades europeas: ingleses, franceses, holandeses y de otros países. Que añadieron los patógenos de la tuberculosis, la sífilis, la fiebre tifoidea a América, Australia, África y Oceania.
Las epidemias continuaron matando a decenas de millones de personas hasta entrado el siglo XX. En enero de 1918, los soldados que habían en las trincheras del norte de Francia, empezaron a morir por millares debido a una cepa muy virulenta de la gripe, que recibió incorrectamente el nombre de “gripe española”. En pocos meses cerca de 500 millones de personas estaban afectados por el virus. En la India perecieron 15 millones de personas. En total la pandemia mató entre 80 y 100 millones de personas en menos de un año. Para comparar la Primera guerra Mundial mató 40 millones de personas.
Cada pocos años nos alarma la aparición de un nuevo brote vírico. El Ebola, el Sida, que parecen más o menos controlados.
Y esta última pandemia del Covid-19, que estamos sufriendo todo el Mundo. Gracias a la investigación y la tecnología modernas, tenemos la esperanza de que con las vacunas iremos controlando este asalto a nuestras defensas. Muchas personas han caído y todavía caerán. Las tenemos como homenaje póstumo en nuestra memoria.
No obstante la memoria humana es muy débil y cuando pase esta pandemia continuaremos nuestra rutina. No debemos olvidar los sufrimientos y confinaciones padecidos. Debemos estar siempre alerta y estar atentos a cualquier ataque de estos microorganismos, pues en el momento menos pensado volverán o mutaran.
La OMS debe investigar como se ha producido esta pandemia y así poder prevenir sus posibles mutaciones y nuevos ataques víricos. Y las autoridades que doten bien en los presupuestos a fin de tener los elementos sanitarios e instalaciones modernas y suficientes y la investigación bien dotada de recursos y facilidades a los investigadores para que desarrollen su labor y no tengan que emigrar a otros países.

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