Viviremos de la caridad

La habitual lectura de la prensa o la visión de los noticiarios televisivos se está convirtiendo en este país en ganas de amargarse la vida. No sólo preocupan las noticias locales por su cercanía, también las que están relativamente lejanas en el espacio contribuyen a deprimirnos momentáneamente cuando las conocemos. Todo esto considerando que un servidor, por pura autodefensa, no pasa de la lectura de los titulares y poco más de aquellas noticias que superan nuestras fronteras, caso de los dramas de Siria, Ucrania o el que se aproxima en Venezuela y también la que se repite en este país, que continuará por los siglos de los siglos, como son los deseos independentistas de un buen número de catalanes, que dicho sea de paso y sin ánimos de polemizar, un servidor les daría puerta mañana mismo.

Pero son los dramas económicos que estamos sufriendo los alcoyanos los que me ponen de mala leche. Como es el caso de los cientos de familias de este pueblo que necesitan las ayudas de los servicios sociales y la relación sigue creciendo a pesar que algunos ministros del gobierno o su propio presidente pregonan día tras día que la economía española va por buen camino. No quieren darse cuenta que si los ingresos familiares continúan deteriorándose, en muy poco tiempo es posible que Mariano Rajoy, para que muchos ciudadanos puedan comer un plato de caliente, acabe creando aquellos comedores públicos denominados “Auxilio Social” que el franquismo instauró en los difíciles años cuarenta del siglo pasado. Claro que al gobierno del PP estos deterioros familiares se la traen floja porque saben que sus votantes históricos, es decir las personas bien situadas económicamente, nunca pasarán hambre.

La crisis española ha enviado al paro a seis millones de españoles, más de ocho mil ciudadanos de este pueblo y está acabando con la pequeña industria y el comercio alcoyano. La mayoría de sus dirigentes son trabajadores autónomos y son cientos los que se han visto obligados a dejar su actividad en los últimos años. En Santa Rosa, que es el barrio donde vivo, cada dos por tres cierra un comercio y esto se puede comprobar dándose un paseo por sus calles. Una ciudad sin comercios es una ciudad muerta porque las vías urbanas por la noche quedan en penumbras. Y un pueblo en el que desaparecen en muy pocos años un montón de pequeños talleres artesanos como los hojalateros, carpinteros, pintores, electricistas, “manyáns” o mecánicos de automóvil es un pueblo en declive, aunque a los políticos lo nieguen.

Desde las instancias oficiales se quiere que aumenten los trabajadores autónomos. A quien se le ocurra convertirse en autónomo no le arriendo la ganancia. Un familiar próximo acaba de cerrar su pequeño negocio y echa víboras por la boca. La burocracia española es incombustible, está ahí esperando que alguien acuda a pedir algún papel oficial. Los bancos dan créditos en cuentagotas y la Administración te fríe a impuestos. Hay que tener más moral que el Alcoyano para crear una pequeña empresa y al final, digan lo que digan los políticos, como el consumo siga bajando la iniciativa acaba en fracaso.

Ya se sabe que en periodismo las mejores noticias son las malas noticias. Grandes titulares recientes de eNC: “Hay 900 familias que necesitan servicios sociales”, “La guerra de la Policía Local”, “La Rosaleda, vuelta a empezar”, “El “calvario” de 3.488 autónomos”… Ante esto, un optimista es un enfermo mental. ¡Hasta la policía local se ha dividido en dos bandos¡. Sólo el acto de la reinauguración del puente Francisco Aura Boronat nos ha elevado un poco la moral, por su significado. Y lo de la Rosaleda al final quedará como está, según el proyecto que aprobó el gobierno municipal cuando tuvo mayoría el PP. Se perderá para siempre la zona verde y los rosales que le dieron nombre.

Porque el Ayuntamiento no tiene dinero para devolver la Rosaleda a su estado original y tampoco puede restaurar una obra tan necesaria como es el muro de la calle Calderón y otras inversiones públicas porque va perdiendo pleitos que no creó y las sentencia judiciales hay que cumplirlas. Mientras tanto, las deudas de la pepera Generalitat valenciana con Alcoy disfrutan de bula. Como siga “mejorando” la economía a cambio de reducir empleos, salarios, pensiones y servicios sociales, pienso que el futuro está en Cáritas.

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