Ya conocemos el gobierno de Rajoy, “continuista y muy mariano”. PATRICIA BLANQUER. Diputada alcoyana por el PSOE

Dicen que algo deja de ser importante cuando se convierte en urgente. Y para el partido popular, lo importante y lo urgente dejan de serlo cuando le conviene. De hecho, la urgencia a tener gobierno desapareció en el mismo momento que era investido el presidente Mariano Rajoy. En ese preciso instante, tener gobierno ya no era ni urgente ni importante. No era urgente, porque se ha tomado cinco días para proponerlo y no era importante porque no merece su comparecencia para presentarlo, una simple nota ha sido suficiente para anunciar el “ansiado gobierno”.

¿Qué podíamos esperar de quien no asume autocrítica alguna y durante años ha demostrado no tener cintura ni para el acuerdo ni para el diálogo?
Ya nos avisó el pasado 29 de octubre, durante su intervención en el pleno antes de la segunda votación.

“No estoy dispuesto a derribar lo construido”, decía. Está claro que no piensa retroceder ni un ápice en su proyecto político.

Quizá por ello, haya decidido mantener a muchos de los ministros y ministras que fueron protagonistas de un gobierno sordo e insensible ante el sufrimiento de la ciudadanía y que, con sus políticas, sus recortes, la ruptura del diálogo en el pacto de Toledo, la reforma laboral y LOMCE, entre otras, han generado desigualdad, precariedad y mucha inestabilidad en el futuro de los jóvenes, hoy todavía, con la incertidumbre de las reválidas y pruebas de acceso a la universidad. Son también los responsables de haber situado una espada de Damocles sobre el poder adquisitivo de las pensiones.
Después de conocer el Gobierno, adquieren mayor valor premonitorio si cabe, las palabras anunciadas por Rajoy,

“No pido la luna, señorías, pido un Gobierno previsible, lo cual significa que sus grandes líneas sean conocidas desde el principio, que anuncie de antemano lo que va a ocurrir y especialmente lo que no va a ocurrir para que todo el mundo sepa a qué atenerse”.

Así pues y atendiendo a lo dicho, la forma de comunicar el gobierno por parte del presidente Rajoy, ayer tarde, después de irse de puente, a escondidas y sin explicaciones, así como la propia composición del mismo son una clara declaración de intenciones.
No da señales de diálogo y de actitud facilitadora de acuerdo. Está decidido a imponer su proyecto político, con la amenaza velada de convocar elecciones. Sin lugar a dudas, su gran intención desde el primer momento, ha sido ir a elecciones haciendo culpable al partido socialista. Primero haciéndolo culpable por bloquear la investidura y ahora su intención, sin lugar a dudas, hacerlo culpable de bloquear el gobierno.

Esa es su intención, pero la realidad, es que, si este gobierno no es capaz de acordar y consensuar iniciativas con las que hacer frente a los grandes retos a los que se enfrenta nuestra sociedad, será responsabilidad única de su falta de predisposición al diálogo y de no haber entendido el complejo momento en el que vivimos.

Los socialistas hemos desbloqueado una situación excepcional en la democracia española, no hemos apoyado a Rajoy, fue la ciudadanía en las urnas quienes decidieron que el partido popular fuera la fuerza política más votada y con sus votos mayoritarios reforzaron a Mariano Rajoy.
Si no ha sido posible otra alternativa a este gobierno, si no ha sido posible el cambio político, todos los que lo ansiábamos deberíamos reflexionar sobre las causas y las consecuencias de este fracaso, asumiendo que la responsabilidad sin lugar a dudas, es compartida.

No es hora de flagelarnos, ni de acusarnos mutuamente, pues con esta actitud, lo único que conseguimos es que la derecha se refuerce. Deberíamos todos, aprender de nuestros propios errores. Porque nuestros errores han sido el éxito de nuestros adversarios.
Ahora es momento de aportar soluciones. En las instituciones, dando respuesta a los retos y los problemas, haciendo visible que somos una alternativa seria, sensata, acorde con los nuevos tiempos y capaz de dar respuesta a los temas convulsos que nos acechan como país y como sociedad.

Y en cuanto a la composición del gobierno, hay algunos aspectos que me merecen especial atención.
Con recompensas a fidelidades y con reequilibrios de poder, que haberlos los hay, Rajoy se refuerza, refuerza sus políticas, continua la descoordinación en el ámbito económico, entre Hacienda y Economía, refuerza la importancia del sector energético, elude hablar de innovación y de ciencia y descompone y trocea las convencionales funciones del ministerio de industria.

En la X legislatura ya vimos que el ministerio de industria, energía y turismo había sido abducido por el sector energético relegando al resto de políticas industriales a la mínima expresión. Las abundantes y continuas reformas legislativas sumergieron el sector en un caos importante, con consecuencias relevantes a las que ahora habrá que hacer frente. Un ataque frontal al sector de las renovables que ha generado litigios y procedimientos judiciales de preocupantes e incuantificables consecuencias económicas o el más reciente pronunciamiento sobre la indemnización al que deberemos hacer frente a las eléctricas por la normativa del bono social.

Por tanto, proponer un ministerio de energía hoy, diluir las competencias de industria, no mencionar el cambio climático y eludir hablar de innovación y ciencia no hace más que reforzar la política llevada a cabo por el gobierno de Rajoy, desde sus inicios.
Ha sido el gobierno de Rajoy el que más ha castigado a la ciencia. Ha sido responsable de una gran fuga del talento investigador y la inversión en I+D ha caído de manera importante, alejándonos de la media europea y objetivos para el cumplimiento de la agenda 2020.

Es cierto que necesitamos caminar hacia una transición energética que deberá asumirse con profundidad y todos los esfuerzos de acuerdo serán pocos. Los socialistas llevamos mucho tiempo, pidiendo un pacto por la energía y en este sentido trabajaremos. Esperaremos a conocer las intenciones del nuevo ministro antes de llegar a prematuras conclusiones, pero el mantenimiento del núcleo duro del equipo en la etapa anterior no nos ofrece muchas garantías de éxito. Una vez reestructurado el ministerio hubiera sido una gran oportunidad haberle incorporado las competencias de medio ambiente y cambio climático al de energía. Pero no parece que las directrices del ministerio se sustenten bajo principios medioambientales, sino más bien económicos, teniendo en cuenta que su máximo responsable ahora fue miembro del equipo económico del gobierno anterior.

Otro de los aspectos que más me ha llamado la atención o me parece más inexplicable es desligar la agenda digital de la cartera de industria. Podría ser acertado incorporar industria a economía y competitividad, es una opción, pero no creo que lo sea, desligarla de la responsabilidad y del impulso que requiere la agenda digital.

Hay un sentir mayoritario de que la nueva era digital es la base de una nueva revolución económica y será la nueva economía digital quien asentará las bases de un nuevo modelo productivo con importantes consecuencias sobre el mercado laboral y sobre la forma y la calidad de vida de la ciudadanía.
El tiempo nos permitirá comprobar las verdaderas intenciones y prioridades de este gobierno y por sus acciones los deberemos evaluar.
Pero a simple vista, y con todo lo expuesto, es difícil confiar en este gobierno.

Un gobierno en el que su principal garante y responsable, ni siquiera ha sido capaz de comparecer para presentarlo y avalarlo ante la ciudadanía. ¿Será este su primer gesto para devolvernos a los tiempos del plasma?
Y a la vista de todo lo expuesto, concluyo, ahora, ya conocemos el gobierno de Rajoy, “continuista y muy mariano” ¿Pero es el mejor para gestionar la complejidad de este nuevo tiempo, de indispensable diálogo y acuerdo?
LO DUDO, pero como siempre, el tiempo ya dirá.

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