Carta a Antonio Revert

Querido amigo: Ni imaginar puedes la alegría que me dio Indalecio cuando me comunicó que el Círculo Industrial de Alcoy iba a reeditar tu extraordinario “Agustín Albors, entre la libertad y el orden”, título significativamente acertado de la biografía de este alcoyano liberal-progresista, -federal-republicano-, cuya vida y enmarañadas andanzas te valieron para relatar la historia auténtica del Alcoy de los turbulentos años que van desde el reinado de Isabel II hasta rebasar nuestra particular revolución “El Petrolio”. Te basaste en documentación fidedigna que buscaste, rebuscaste, investigaste y examinaste, al igual que años antes hiciste con el bibliófilo Bartolomé José Gallardo y tus “apuntes inéditos”, y la entrañable biografía del prócer alcoyano Anselmo Aracil Jordá.

Es así como conocimos las ideas, valores y ansias de Agustín Albors, soliviantante político –concejal, alcalde 2 veces, diputado-, y sus encontronazos con las leyes, ya fueran de su parecer o contrarias, sus exilios y hasta su asesinato y horrible arrastre, la siniestra muerte de “Pelletes”.

Nuestro Círculo Industrial en la presentación de esta publicación te homenajeó a más de como socio de mérito, que ya eras, especialmente por prolífico escritor, completando por mi parte un doble acierto, porque en esos años convulsos nació el Círculo, y a pesar de tantas turbulencias un inquieto Alcoy progresaba industrial y comercialmente.

“Alcoy, tierra de lágrimas y cánticos,
alférez intachable de esperanza,
¡quién cabalgar pudiera eternamente
bajo el humo dormido de tus sierras!”
(Saeta de oro–1963)

Bien sabes que el que quiera conocer, saber qué fue y que pasó, (lo de la “Asociación Internacional de Trabajadores”, domiciliada en Alcoy, 1872), tendrá que acudir a tu libro y confirmará que el proletariado estaba guiado por el joven anarquista Severino Albarracín, que quiso instaurar una comuna y lograr el Estado anarquista, celebró diversos mítines en la plaza de toros y por las calles, el cual, tras amenazas y el brutal asesinato, más otras seis muertes que hubo, el hoy reconocido Albarracín con una calle, “con la documentación de la Internacional y los fondos huyó en una tartana… hasta Madrid”, luego Bélgica. (Reproducida fuga por los mandamases en semejantes ocasiones).

Todo este maremágnum revolucionario nos lo contaste con tu clara y cuidada prosa de escritor de cuerpo y alma. Mas al releer las peripecias de “Pelletes” y aquella insurrección, serio desde tu armoniosa altura de casi dos metros, no puedo menos que recordar tu siempre rabiosa actualidad, aquellas tertulias, cachazudo, irónico, entremezclando el sarcasmo y la cariñosa eutrapelia, pues tras la máscara de lobo feroz ocultabas tu bondad. ¿Sabrá Alcoy –con y (griega)- agradecerte tantas cosas?

“Yo me opongo,
clamo desde el fondo
-hombre rana-
con la escafandra de mi existencia
la inmoralidad social”
(He perdido el azul-1960)

No quiero alargarme más, aunque tú sabes que gustosos peroraríamos largo y tendido, y te aseguro que este verano voy a volver a leer tus libros y cúmulo de artículos, reiteraré las gracias al Círculo Industrial por la reedición, y recitaré, tal como competíamos, el Don Juan Tenorio de Zorrilla, visitaré el de Tirso y leeré a Molière con su loa del tabaco. A poder ser me arrimaré a tu casa, y cual escribiste en tu saeta abriré “la ventana de tu verso”, con el jubiloso fervor de tu palabra, un gran abrazo a ti Revert, más que Antonio, a pesar de ser un santo tan milagroso, y repito Revert un fuerte abrazo de amigo.

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