Desaprender

Hay veces que para tener un pensamiento propio es necesario desaprender. Desaprender aquello que nos han inculcado desde siempre, y en muchas ocasiones, eso que ha traspasado de generación en generación se debe al desconocimiento.

El primer párrafo se podría aplicar a muchos aspectos de nuestra vida, pero en este caso, me refiero a la forma de educar, de criar y también de entender esos procesos. A qué madre o padre no le han dicho ‘esto se ha hecho así toda la vida’. Y respondo yo ¿esto significa que está bien, que no se puede hacer de otra forma en base a otras ideas?

Esta reflexión ha aterrizado en mi cabeza en diversas ocasiones después de ver algunas situaciones pero, ha cobrado más fuerza después de cubrir la primera sesión de la ‘Escuela de familias’ de la UPCCA.

En ella, la psicóloga Jennifer Marín, habló sobre los cambios que experimenta la mente de un adolescente en ese época vital. Desde la psicología, abordó este asunto llevándolo hasta un punto racional y razonable y haciendo hincapié en la empatía y confianza.

Además, hubo una pregunta que lanzó al aire que tuvo como respuesta algunas caras de los asistentes…digamos que resultaron curiosas a mi parecer. Marín dijo si los adultos consideramos inferiores a los adolescentes, y en ese momento, retrocedí en mi mente algunos años y en paralelo pensé en como veo yo actualmente a los adolescentes. En resumen, por norma general, se resta importancia a sus problemas, a sus opiniones, pero sin embargo, se les exige que en apenas unos años enfoquen su vida y tomen decisiones muy importantes y lo hagan sin tener experiencia para ello, y además, sin tener la madurez suficiente, y no por qué no quieran –hablo a nivel general–, si no porque su cerebro no ha evolucionado todo lo que lo tiene que hacer.

Pasados unos años, en esa sesión volví a ver a esa Sheila adolescente que estaba perdida, que no se entendía a sí misma y que en algunos momentos no se sentía comprendida por su alrededor, y qué difícil sentirse así cuando ni tu sabes qué está ocurriendo en tu cabeza y en tu cuerpo.

Me imagino que habrá casos y casos, todos hemos visto de todo, pero considero que la reflexión a la que abrió el camino Jenni hace dos semanas, para todos los asistentes, les puede servir de ayuda, a confiar, a empatizar, a revivir su época adolescente, a acompañar a sus hijos e hijas y a no quedarse únicamente con una conducta. Todos, todos actuamos de cierta forma por algún motivo, aunque a veces nos tengan que ayudar a descubrirlo.

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