El entrenador que llevamos dentro

Nacho Cantó ha iniciado una carrera como técnico que le ha llevado a los banquillos de Bocairent, Ontinyent, Muro y Villena, esta temporada

Nacho Cantó fue uno de esos jugadores de carrera longeva –colgó las botas con 37 años– que alternó sus últimos años en activo y los primeros tras dejar el fútbol con entrenar en la base con la única pretensión de seguir vinculado al deporte que había sido su vida durante más de tres décadas y tratando de trasladar su experiencia durante ese tiempo a los más pequeños. Sin quererlo, se vio escalando categorías dentro del escalafón de la Escuela del Alcoyano, hasta que un día, siendo delegado del primer equipo del Deportivo, el técnico de aquel momento, Asier Garitano, le animó a sacarse el Nivel 3 de entrenador, el máximo que capacita para dirigir en cualquier categoría.

Aquella frase, aquel momento que le hizo irse a casa con una idea, la de ser entrenador, le llevó a iniciar un viaje que le tiene atrapado y que le ha llevado hasta diversas estaciones, más de las que se imaginaba. Nacho Cantó, que ahora tiene 48 años, forma parte de esa hornada de exjugadores del Alcoyano que decidieron probar como entrenadores. Quien más lejos llegó fue David Porras, hoy segundo de Ángel Rodríguez, otro ex del Alcoyano, en el Hércules. Pero también dejaron su huella, Montava y Diego Jiménez, ahora a la espera de nuevo destino.

El único que no ha parado de entrenar desde que decidió abrirse hueco en una de las profesiones más inestables que se conocen es Nacho Cantó. No le importó descender hasta lo más bajo del fútbol autonómico y empezar en Segunda Regional en el Bocairent. Aquella primera experiencia le hizo forjarse un nombre y Pascual Donat, con el que coincidió como jugador en el Alcoyano, le llamó para dirigir al CD Ontinyent en Primera Regional.

Su siguiente escalón fue la Regional Preferente al año siguiente. El Muro, club en el que colgó las botas tras cuatro temporadas como jugador con ascenso incluido a Tercera, llamó a su puerta. El año pasado fueron el mejor equipo de la segunda vuelta en su grupo. De ser 13º acabaron 6º pero la remontada no les dio para meterse en el play-off de ascenso. Equipos como el Dénia y el Olímpic, incluso recibió una oferta para marcharse a Canadá, le tuvieron en su agenda. Al final decidió aceptar la oferta del Villena, que la pasada temporada logró el ascenso de Primera Regional a Preferente.

“Quizás no tenga un ascenso como otros entrenadores pero de mi he notado se valora el trabajo que realizo allá donde voy”, asegura con orgullo. Tiene al Villena en mitad de tabla y la pasada semana fue el primer equipo en derrotar al Ontinyent 1931 de Juli y compañía en La Copa Nostra. “Metimos a cerca de 2.000 personas en nuestro campo. Jugamos toda la segunda parte con uno menos”, desliza.

El objetivo del Villena esta temporada es acabar entre los ocho primeros que les llevaría a jugar en la nueva Superliga tras la reestructuración del fútbol valenciano. “En casa estamos siendo fuertes, nadie nos ha conseguido ganar, el problema lo tenemos fuera. Son muchos desplazamientos a la Vega Baja y allí es muy difícil ganar. El líder es el Catral, pero no es el equipo llamado a ser campeón, hay otros clubes que por presupuesto terminarán arriba como son el Benidorm, Tháder, Callosa, La Nucía B o Crevillente”.

Nacho Cantó defiende la Regional Preferente y asegura que en la actualidad no tiene nada que ver con los estereotipos de antes, con poco fútbol y mucha dureza. “El fútbol ha cambiado para bien en estas categorías. Todos los equipos tiene dos, tres e incluso más jugadores que han tocado el fútbol profesional. Son futbolistas que no van a pasar el rato. Ahora ya no quedan campos de tierra como a mi me tocó jugar en Rubí o Premià estando en Segunda B. Los entrenadores cada vez están más formados e internet permite visualizar entrenamientos y sistemas de cualquier equipo del mundo. Ahora con la gorra, como se decía antes, no se gana”, admite.

Nacho Cantó cumplió un sueño que era jugar en el Alcoyano, no ser futbolista. Pasó tres temporadas en su Juvenil, dos más en el desaparecido Amateur y después siete en el primer equipo, totalizando 144 partidos oficiales como blanquiazul en dos etapas. Jugó en el Novelda con el que logró el ascenso a Segunda B con José Carlos Granero en el banquillo, también fue jugador un par de meses del Villena, después del Villarrobledo, formó parte del Gandía en el que explotó Jorge Molina, proclamándose máximo goleador de Tercera División. También lució las camisetas del Olímpic y Oliva y colgó las botas en el Muro. “Fueron cuatro temporadas con ascenso a Tercera incluido con Juan Moreno de técnico. Empezaba a costarme y decidí hacerme a un lado”, recuerda.

Como entrenador es un volcán a punto de estallar. En la banda no para. En el último partido hizo más de 3 kilómetros de un lado hacia otro. El nivel de frustración lo amortigua saliendo a correr, incluso el mismo día de partido tras volver a casa. “Más de una vez me he ido a las ocho y media de la noche”, desvela. Su fórmula como entrenador es 80 por ciento “de sufrimiento” y un 20 “de nivel de satisfacción. Sí que es verdad que esa felicidad se vive con mucha intensidad y compensa. Son impagables esos momentos”, reflexiona. “Como jugador tienes la posibilidad de liberarte, como entrenador el nivel de tensión es mayor y muchas veces te entra la frustración. No solo debes evaluar al grupo, a cada jugar e incluso a ti mismo. Aquí debes de pensar por el grupo. Debes gestionar estados de ánimos, turnos, incluso opiniones de porqué has quitado a determinado jugador, cuando igual ha sido él quien te ha pedido el cambio. Es todo más complicado”, reconoce.

Igual que como jugador cumplió un sueño, como entrenador reconoce que algún día le gustaría sentarse en el banquillo del Alcoyano. “Ahora mismo estoy muy lejos. Está en una categoría que requiere de un bagaje que actualmente no tengo. Me lo tomo como un proceso y si tiene que llegar, pues seré muy feliz. Ahora mismo no me pasa por la cabeza”, desvela.

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