El esprinter que vive entre montañas

El alcoyano Pol Hervás es el velocista del momento dentro del pelotón ciclista amateur con cinco victorias

Si algo une a los que habitan dentro de esta olla de montañas es la defensa de lo nuestro, que lo de aquí es lo mejor y admite poca discusión. Sin embargo, hay excepciones, contadas eso sí, pero excepciones al fin y al cabo. Quizás todo se deba al desconocimiento que se tiene de la figura de Pol Hervás, un ciclista que se hizo corredor en Cataluña, donde se le consideraba uno de los suyos, porque allí realizó toda su formación, hasta que un día, por cuestiones familiares, sus padres, alcoyanos de nacimiento como él, decidieron abandonar Viladecans, localidad del área metropolitana de Barcelona, tras la jubilación del progenitor, para regresar a sus orígenes y volver a estar con la familia.

Pol Hervás, además de ser un esprinter que vive entre montañas, es un auténtico desconocido en su propia tierra. Una “rara avis” en la ciudad en la que más se cree que lo suyo, lo que ha nacido en esta olla de montañas, es lo mejor, lo más de lo más. Tampoco ha terminado de ayudarle correr en un equipo, el Brocar Alé, con sede y domicilio fiscal en nuestra ciudad, ni que su director, José Vicente Peidro, sea también alcoyano para más señas.

Pero mientras llega ese reconocimiento de la ciudad que le vio nacer, él sigue a lo suyo, que no es otra cosa que ganar carreras. Pol Hervás es el velocista más temido actualmente en el pelotón amateur. Lleva cinco victorias, las mismas que en 2022, su mejor año como ciclista, aderezadas con otros cuatro segundos puestos y varios Top 10, algunas en la Copa de España, que le convierten en uno corredores más vigilados y la rueda a seguir cuando hay una llegada al esprint.

Por delante queda todo agosto y septiembre, dos meses que el año pasado se le dio especialmente bien, protagonizando un final de temporada que le hizo tomar la decisión de seguir un año más a la espera de que por fin acabe produciéndose esa llamada en su teléfono móvil con una propuesta para dar el salto al pelotón profesional, su gran sueño desde niño y la esperanza que le hace trabajar duro a diario.

“Tengo 24 años, a punto de cumplir 25 el próximo día 12, por lo que cada año que pasa se hace más complicado dar el salto. Me puse como objetivo conseguirlo a finales de 2022, pero no acabó dándose. El apoyo de mis padres fue muy importante para no dejarlo, ellos me animaron a seguir intentándolo este año, pero si finalmente no acaba dándose ese momento, la idea es dejarlo a final de año”, apunta Pol Hervás, que en una etapa de su vida ya compaginó la bicicleta con trabajar en una tienda de deportes.

Decidió apostarlo todo por el ciclismo y tener una preparación más profesionalizada, con las horas de entrenamiento y descanso que corresponde a un deportista en busca de ser profesional. Seguramente con otra cultura ciclista en nuestro país, donde se valora más al escalador, al corredor de grandes vueltas, que al esprinter, una figura más arraigada en países como Bélgica, Holanda o Italia, su futuro dentro del ciclismo hubiera sido otro. “Posiblemente sería así, nunca se sabe, pero en España se valora más al escalador que al velocista. Es otra cultura. Por mi parte, intento adaptarme y buscar mis oportunidades, bien en una llegada al esprint o a través de una fuga para tratar de llegar escapado y aprovechar mi punta de velocidad”, desvela Pol Hervás, cuyas características como ciclista no son producto de laboratorio, de una preparación concienzuda, sino de una genética, de una tipología con más fibras rápidas que lentas que le han llevado a despuntar cuando hay que hacer movimientos explosivos, donde Pol Hervás se desenvuelve como pez en el agua.

Reconoce que vivir en un entorno repleto de montañas le ha permitido mejorar en aquellas carreras con un puerto antes de un final que podría decidirse con una fuga o un esprint. Entre sus victorias de esta temporada, guarda con especial cariño la que consiguió el pasado 12 de julio en Benavent, en la primera etapa de la Vuelta a Zamora, en la que no solo consiguió imponer su punta de velocidad ante un corredor local, sino que además se vistió de líder y se enfundió el primer maillot amarillo de la carrera. “Días antes no sabía si podría correr, venía de estar enfermo, pero todo se dio muy bien ese día”, recuerda con satisfacción.

Afronta con mucha ilusión estos dos últimos meses de la temporada. Tiene varios compromisos en la zona y también correrá en el País Vasco. El objetivo final será en septiembre la Vuelta a Valencia o la de Salamanca. Dependiendo de los estados de forma, tomará la salida en una o en otra. “Me dejó un buen sabor de boca vencer en Zamora porque a los ciclistas lo que nos gusta es ganar en Vueltas y este año han habido menos en nuestro calendario”, apunta para finalizar.

Send this to a friend