Isabel Alberich

Entre los huecos sentimentales que la expresión artística deja en su rastro por la constancia, existen espejos para devolvernos el resplandor, aún no perdido, entre los laberintos personales.

Lejano está el privilegio. La ausencia no provoca historiales perfumados por la fama ni la aureola acumula prestigios para justificar el encuentro con la mirada del otro. Sin embargo, la postura del artista natural germina en la perspectiva de la sobrevivencia sobre una roca y las olas acariciando la Sensación. Hacia ese orgullo casi anónimo se dirigen mis palabras para ensalzar a una persona que, al límite de su encuentro con la vida, aún tiene la energía y la audacia de seguir impulsando su percusión sobre el Arte.

Esa persona, en el vértice de la sorpresa, se llama Isabel Alberich y forma parte de una identidad ahora casi perdida entre un cúmulo de hormigas en el termitero del incauto. Ella todavía levanta su algárabe estandarte desde los tiempos donde la sombra casi apagó la llama a los que en los sesenta del siglo XX sufrimos la misma insolidaridad que marcó con su manotazo desdeñoso a los amantes del Comportamiento Artístico absortos en su mística creativa.

Isabel es la estupenda mujer que enmarcó su audacia en la pared de un museo personal. En la distancia, fue un regalo para nosotros y ahora sigue siendo el reflejo de una dureza extrema y una insistencia repiqueteando no sólo en la memoria; también la percepción se inclina en acato ante su orgulloso albedrío y, sobre todo, a esa lejanía que la historia ha impuesto entre la realidad y su conformación presente.

Isabel Alberich, escultora, pintora, actriz, ideóloga de grandes disparates y utópica practicante de rituales inversos a sus resultados, ya mayor e igualmente indefensa, se aferra con débiles manos a un pincel. El hierro de sus juveniles y extremas esculturas forman parte del olvido; la carencia, la familia y su propia dispersión la han indispuesto con (…).

Texto: M. Solbes Arjona. Puede leerlo completo en la edición de El Nostre del martes 23 de octubre.

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