Portentosamente underground

El miércoles de la pasada semana se volvió a proyectar en nuestra ciudad, esta vez sin bomba, con motivo de su cuarenta y cinco aniversario, “La portentosa vida del pare Vicent”, una de las películas más controvertidas del cine español durante la transición. La historia se desarrolla en el siglo XIV y sigue al Pare Vicent, un monje que lucha contra el pecado y las creencias de los musulmanes y judíos.

Milagros absurdos, tentaciones demoníacas en forma de mujer desnuda, sermones religiosos convertidos en espectáculos de masas, escatología y delirios varios envueltos en una estética deliberadamente imperfecta y feísta propia de toda expresión artística contracultural que se precie. La película fue la ópera prima del hoy desaparecido director valenciano Carles Mira, y fue posible gracias al apoyo de los grupos de teatro independientes de Alcoy, donde se rodó casi en su totalidad. En ellos se apoyó y posiblemente se inspiró para realizar una película producida en cooperativa, en la que solo había tres actores profesionales: Albert Boadella, Angela Molina y nuestro Ovidi.

La pregunta que siempre acompañará al filme es si el director buscó intencionalmente ser tan irreverente para provocar la indignación en sectores conservadores de la sociedad valenciana. Pienso que un poco sí, pero no tanto por la forma en que se muestra a la figura del santo narrando, a modo de episodios o retablo de ciego, las leyendas creadas sobre él por la cultura popular valenciana, que es en mi opinión la verdadera protagonista de la película y donde Carles Mirá centró toda su obra, sino por la representación de una jerarquía eclesiástica, que ve en el Pare un mero instrumento para controlar al pueblo en una subtrama de la película.

En realidad, el revuelo que causó no duró mucho y, después de un breve periodo de exhibición comercial y críticas cinematográficas bastante negativas, cayó en el olvido . Sin embargo, al verla ahora y tratando de evitar las subjetividades que nos puede producir su distintivo “made in Alcoy”, la sensación que me deja es que estamos ante una verdadera joya del cine underground español de la transición, comparable a otros títulos clave de este movimiento contracultural, como las primeras películas de Almodóvar, Eloy de la Iglesia o “Arrebato” de Iván Zulueta.

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