La “plaquita” del 50 aniversario del Hospital

La habían preparado con toda la ilusión y cariño del mundo, motivados por el privilegio de estar allí presentes, testigos, celebrando el 50 aniversario de la existencia de un hospital público en Alcoy. Tampoco era una ostentación en oro y terciopelo sobre base de mármol, como se hacía en el siglo XIX, pero la gente del Hospital de Alcoy, la Residencia Virgen de los Lirios en su nacimiento para diferenciarse del Hospital Civil, se sentía motivada con la “plaquita” que se había encargado para dejar constancia, en alguna pared, del reconocimiento de estos 50 años y recordar que se cumplían siendo conseller de Sanidad, Miguel Mínguez. Y se escondió el sol entre nubarrones. Desde una superioridad, no reconocida pero si fáctica, se ordenó que la “plaquita” del Hospital no tenía ni que aparecer. Sobraba. Había una plaquita del pueblo de Alcoy que, de la mano del alcalde, se entregaba al gerente del Área de Salud y nada más. Suficiente. Todos contentos y chitón.

Pero la “plaquita” ya estaba hecha, preparada, y tuvo que ser archivada tras un armario, donde al parecer sigue aún en la zona de oficinas del Hospital. El típico trasto, envuelto en papel de embalar, que dentro de unos años, con otro equipo directivo, será descubierto sin que nadie comprenda nada. Pues dejemos aquí la aclaración para cuando alguien se encuentre la “plaquita”.

Un detalle que vale la pena reseñar y es que los alcaldes que hemos tenido en Alcoy, desde la llegada de la democracia, no han sido nada aficionados a las “plaquitas”. Alguno porque no tenía donde colocarla, pero otro, como es el caso de Pepe Sanus, podía haber empapelado medio Alcoy de “plaquitas” y sin embargo no hay ni una sola con su nombre.

LOS FUNCIONARIOS COMO ARMA
Ya son varias las ocasiones en las que se utiliza a los funcionarios como arma arrojadiza. Cuestionar alguno de sus trabajos o actuaciones provoca en la parte contraria un desgarro de vestiduras y llantos pidiendo la presencia de exorcistas. A los funcionarios, desde hace algunos años, no se les puede ni pisar la sombra. Son los intocables. Quizá de ahí que haya tanta vocación entre los políticos y sus asesores por ocupar plaza de funcionario.

Con los funcionarios ocurre exactamente igual que con los periodistas, los curas o los mecánicos de coches y es que los hay buenísimos, regulares, malos e impresentables. Cuestionar desde un partido de la oposición algún resultado o gestión de algún funcionario no es para que se escandalice el gobierno de turno ni se convierta en un ataque a no sé qué esencias. Resulta poco menos que grotesco escuchar a concejales, en el salón de Plenos, en arengas patrióticas defendiendo al funcionariado, rozando la Cruzada, cuando el día anterior, a puerta a cerrada, se han quedado afónicos narrando las desventuras con algún funcionario.

Cuando llegó la democracia al Ayuntamiento se encontraron con funcionarios que todavía guardaban la camisa de Falange en el armario o quienes no renunciaban al bigotito franquista que estuvo de moda. Muchos concejales de 1979 tuvieron a su peor enemigo dentro de casa. La solución fue contratar profesionales externos, con los daños colaterales que conllevó de agravios, injusticias y dudas.

En una segunda fase la solución estuvo en meter como funcionarios, o ascenderlos, por supuesto que con la legalidad ocurrente de oposiciones y concursos, a gente de confianza, próxima ideológicamente, con o sin carnet del partido, pero disciplinada, aunque algunos les salieron rana y marimandones.

Ahora la moda está en que los propios políticos y asesores compitan por una plaza feliz de funcionario, desde la más absoluta legitimidad e incuestionable transparencia, como recordándonos a todos los mortales “lo ideal de la vida” que es tener plaza de funcionario y si es con teletrabajo o cita previa controlada, rozarás el paraíso.

LAS CUENTAS DEL CADA
Ya sabemos que la Fundación de la CAM nos cobra a los alcoyanos (el Ayuntamiento)por usar las instalaciones del CADA. Pero lo que no sabemos, y habrá que averiguarlo, es realmente que nos cuesta el CADA. ¿Quién paga el consumo eléctrico, el personal, la limpieza? ¿Será cierto que no se atienden las necesidades del Centre Cultural, Archivo y Biblioteca, ni las del Teatro Principal, porque el CADA se lleva todo el dinero disponible?

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