Cuando la agenda llega cargadita

Jefes alcoyanos: si el lunes los empleados andaban cansados, con agujetas… espero que hayan sido benévolos con ellos. Seguro que ésta es la explicación a su agotamiento: han intentado participar de las mil y una actividades que entre unos y otros han programado para este pasado fin de semana.

Si, porque ha habido de todo. Desde música alternativa a bandas, danzas, museos abiertos de par en par, rutas guiadas, procesión, arte urbano, pintura al aire libre, mercadillo de trueque y actividades deportivas forman parte de una lista interminable. A tope, vamos.

Que, por una parte, está muy bien, sin duda, y demuestra que la sociedad alcoyana está viva y suma iniciativas. Daba gusto ver a la gente de aquí para allá, disfrutando con lo que les gusta. Pero, por otra, viene a demostrar la necesidad de que se ponga en marcha aquello que se aprobó en un Pleno hace mil años y que no es más que el generar una especie de agenda cultural y social con el fin de intentar no solaparse en actos y celebraciones.

Somos los que somos, y es fácil que a un mismo ciudadano le pueda interesar acudir al certamen de bandas y a la visita guiada al cementerio, disfrutar del arte urbano y de las danzas populares. Pues bien, si alguien se ha sentido atraído por estas iniciativas habrá tenido que hacer encaje de bolillos para acudir a varias de ellas el sábado y, desde luego, habrá tenido que renunciar a otras, solapadas en horarios.

La acumulación de este fin de semana no es algo aislado y en más de una ocasión a lo largo del año nos encontramos con una suma de propuestas que nos obliga a descartar algunas de ellas. Y, por contra, pasan días y días en los que las opciones culturales y lúdicas se reducen a las que paguen los bolsillos de los usuarios, carentes de alternativas gratuitas.

Claro está que habrá casos en que dos o más actos tengan obligatoriamente que coincidir, pues es fácil que se trate de iniciativas con un día marcado, pero en la medida de lo posible creo que sería conveniente intentar organizarlas siempre buscando que de ellas puedan disfrutar el mayor número de personas, sin tener que elegir y, con ello, renunciar.

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