La propiedad en lo laboral

La puerta se abrió con más rigor que de costumbre, el jefe entraba por ella con aspecto un tanto “determinante” como solían calificarlo sus empleados.

– ¡Dejen todo y vengan a la sala de reuniones! Espetó con máxima firmeza.

La oficina de dirección de la empresa se componía de veintitrés personas que ocupaban diversos cargos, facturación, embalaje, riesgos, transporte, almacenaje etc. La elaboración del producto se hacía en diversas localidades con trabajadoras, de zurcido, confección y empaquetaje individualmente, etc. El director se ocupaba de mandar el producto a los diversos clientes, asistir a las Ferias del sector y con la lógica normal del mundo productivo, el abrir nuevos mercados no era tarea fácil, aun asistido por un secretario, dominando el inglés y el francés y una secretaria, con dominio además del alemán. “Si supiéramos el ruso y el chino esto sería otra cosa”, pensaba para sus adentros, intentado visualizar que con esos dos idiomas demás dominaría el mundo, se lo dijo a un amigo y éste le repuso. “No tienes ni idea, el mundo de los negocios está igual que la política, estructurado en capas de dominio en las cuales no es fácil acceder por muy “emprendedor” que te creas”. Aquella observación le hizo reflexionar, unido su pensamiento a los problemas de combinación productiva que siempre se daba. Una partida estaba terminada, pero el transportista no había llegado todavía y se perdía tiempo y dinero, los aranceles pagados en ciertas fronteras no resultaban válidos, el área de descanso obligado de los camiones había retrasado la entrega y muchos otros problemas que a fin de cuentas eran su rompecabezas.

– Señores todos, a partir de este momento, recibirán un sueldo básico, con su seguro habitual como es debido, pero el 80% del beneficio que se obtenga, de lo que seamos capaces de vender, será repartido entre todos ustedes a partes, no iguales, sino, en la proporción de su participación en la producción. Yo seguiré buscando clientes, trabajando, como todos ustedes, con un salario y con un beneficio por mi labor, no por ser el dueño.

En los primeros meses, no faltaron los problemas de comprehensión, de regulación y adaptación pero pronto el funcionamiento fue mejorando a tal punto que se produjo más y el beneficio llegó a todos.

Una de las empleadas, dejó de trabajar las ocho horas diarias, su esposo trabajaba y tenía un buen sueldo, ella redujo la jornada a cuatro horas y pudo ocuparse de sus hijas. Otro empleado ya con sesenta años redujo sus horas de trabajo pues no necesitaba más ingresos, cuando su compañero en la misma sección tomó las dos horas diarias de éste, y pudo cubrir mejor sus despensas.

Inmensos son los recursos de la producción pues puede acoplarse a las necesidades de su productores, cuando hay consenso y entendimiento.

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