La revista

Recreándome en el antológico ejemplar ‘El último Monterrey’, que nos ha confeccionado y ofrecido el amigo Ricardo Canalejas, me encontraba yo visionando la colección de extraordinarias fotografías, los acertados textos, que destilaban espíritu alcoyano, deleitándome en una jubilosa nostalgia, he topado con unos artículos que dediqué al cine y a los cines de Alcoy, a los teatros y al mismo Monterrey, Dios sabe dónde estarán, y me asaltó la morriña de aquellos años en que se llenaban los cines, los teatros, las salas de fiestas, los bares, campos de fútbol y plazas de toros, y acampaba “La Revista”, la que podríamos calificar de el musical español, que trepando por encima de la censura triunfaba por toda España, esparciendo alegría y humor.

La revista es un singular espectáculo, mezcla de vodevil, malabarismo y variedades, en el que son obligados dos “superestar”, actriz y actor: una vedette, mejor si es súper-vedette, y uno o dos geniales cómicos.

Se ha repetido hasta la saciedad que la vedette no era necesario que supiera cantar ni bailar, y ciertamente abundaban con estas innatas cualidades, si bien había excelentes artistas con fenomenales actuaciones. Para obtener el rango de vedette era imprescindible ser mujer de bandera con un contoneo cautivador y capaz de, con un tocado de al menos un quilo de plumas, o exageradamente reluciente, tener la habilidad, de subida a unos zapatos con tacones de veinticinco centímetros, en el número final, bajar una escalera de más de siete escalones, iluminada con deslumbrantes focos, sin que se le cayera el cucurucho de la cabeza, no dar ningún traspiés, ni por supuesto caer.

La revista debía su éxito a los cómicos, inestimables improvisadores, augures del teatro del absurdo, completándose el espectáculo con un conjunto de bailarinas de característico muslamen, anunciado como “treinta (o veinte) bellas señoritas treinta”. Aderezado todo con la gracia de un libreto desternillante rellenado de sobreentendidos, más gestos y ademanes que desconcertaban a la censura.

Indiscutible espectáculo musical precisaba de una apropiada música que los compositores del momento lograron acertar con inspiradas melodías, nada despreciables, de ahí que todavía suenen, preciso eran un chotis, un tango, algún tema de moda y un airoso pasodoble. Una peculiaridad de la revista era la manera de intercalar la música y las canciones, talentoso hallazgo, de repente un personaje, sin venir a cuento, pronunciaba el nombre de una ciudad, región o de una nación, e inmediatamente aparecía un decorado queriendo simular algo del lugar citado, ya fuera Canarias, Alaska, Sevilla, Miami, etc., y sonando la música salían el cuerpo de baile y la vedette ligeras de ropa, que por los años iban disminuyendo, hasta vestir con poco más de medio metro de ropa, aunque llevara la vedette una capa limpiasuelos. Larga es la lista de los creativos actores cómicos: Lepe, Luis Cuenca, Juanito Navarro, Quique Camoiras, Zorí, Santos, Codeso, Alfonso del Real, Tony Leblanc… más: “Los Vieneses” Artur Kaps y Franz Johan, con su compañía, vinieron huyendo del comunismo y del nazismo, y afincaron aquí, adaptaron sus funciones al desconcierto de nuestra revista, vistiéndola con lujosos decorados e inesperados sketches, y listos que eran llegaron a presentar estupendos programas en la televisión.

La estrella, desde luego, era la vedette, las hubo extraordinarias, Tania Doris, Esperanza Roy, Queta Cláver, Mari Begoña, …, estas dos últimas hicieron comedia y cine. Tania Doris era la preferida del empresario Colsada, que pregonaba sus compañías con el sugestivo “Las alegres chicas de Colsada”. Más dos sensacionales súper-vedettes Celia Gámez y Lina Morgan. Lina era única, otra cosa, una gran vedette cómica, pero sobria, nada de chirigota. Muy distinta Celia Gámez, de voz aguardentosa tuvo la suerte de estrenar en 1934 “Las Leandras”, tal vez fuera la mejor revista y la más veces representada, pues hasta la Agrupación Lírica El Trabajo la repuso hará poco más de un año.

Todos estos, cómicos y vedettes, varias veces llenaron el desgraciadamente desaparecido Teatro Circo, excepto “Los Vieneses” y Tony Leblanc que actuaban en el Calderón.

Aún se recuerdan, sí, “La doble blanca, Yola, Ana María, Las de Villadiego, Metidos en harina”, etc… con la inolvidable “Las Leandras”. Mayores con nostalgia. ¿Te acuerdas Ricardo?

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